Juan Mayorga, honoris causa de la palabra  

Juan Mayorga es uno de los dramaturgos españoles contemporáneos más representados por todo el mundo y traducidos. Mayorga además tiene una larga vinculación con nuestra universidad ya que primero se licenció y después se doctoró en filosofía en la UNED. Ahora, desde el 19 de noviembre de este 2025, es además Doctor Honoris Causa.  

La obra de Juan Mayorga ocupa un lugar central en la dramaturgia contemporánea por su capacidad para entrelazar la reflexión filosófica, sustentada en un profundo compromiso ético y el respeto al espectador. Su teatro se caracteriza por un lenguaje depurado, preciso y cargado de sentido, que nos invita a participar activamente en la construcción del significado. Lejos de limitarse a desarrollar tramas lineales, Mayorga concibe la escena como un espacio de pensamiento conjunto, donde cada palabra, silencio y gesto se convierte en una posibilidad para repensar.  

En su discurso de ingreso de Juan Mayorga a la Real Academia de Doctores de España denominado Razón del teatro, el dramaturgo explica la vinculación entre teatro y filosofía:   

“el teatro hace la vida humana visible, nos da a ver de qué está hecha. Es un mirador a la existencia. Es, inmediatamente, filosofía. Puede suspender al espectador ante preguntas para las que el filósofo todavía no ha encontrado palabra. Nunca es más filosófico que cuando el filósofo, no pudiendo pensarlo desde una filosofía que lo preceda, ha de buscar una filosofía que lo prolongue.   
El teatro no ha de buscar una filosofía precedente que lo legitime, sino provocar una filosofía que lo prolongue.”  

Esta dimensión filosófica de su teatro se manifiesta a través de situaciones dramáticas que obligan a examinar dilemas, cruces, situaciones cotidianas ante las que siempre tenemos más de una opción. Sus personajes funcionan como espejos que reflejan nuestras contradicciones y dilemas, como nuestros dobles, entendidos según el propio Mayorga, como otra posibilidad de nosotros mismos. Su teatro nos invita a cuestionarnos, a preguntarnos sobre nuestra relación con los otros, qué es lo que hacemos, el legado de futuro, la historia y la memoria y qué son y qué papel juegan las instituciones fundamentales que nos ligan.  

Y todo ello gracias o a través de lo esencialmente humano: la palabra. El lenguaje y la capacidad de las palabras para construir o destruir realidades. Mayorga subraya a menudo el poder performativo de las palabras. En el teatro puede verse el doble sentido de las palabras: se observa lo que hacen las personas con las palabras, pero también la inverse: lo que las palabras hacen con las personas. Esta atención a la palabra teatral no se traduce únicamente en diálogos elaborados, sino también en estructuras narrativas que juegan con el punto de vista, la repetición y la elipsis.   

Uno de los rasgos más destacados de su obra es su interés por examinar la responsabilidad individual y la fragilidad de la verdad. Mayorga suele partir de situaciones aparentemente cotidianas o discretamente insólitas, que funcionan como dispositivos para desvelar estructuras subyacentes. En piezas como Himmelweg (Camino del cielo), el dispositivo teatral sirve para cuestionar la manipulación de la realidad y la voluntad humana ante el horror; en El chico de la última fila la inquietud ética surge de la mirada de un estudiante capaz de ver más allá de las apariencias y poner en duda los límites del arte y la intimidad; La lengua en pedazos enfrenta a Santa Teresa con su inquisidor y, más allá de una reconstrucción histórica, Mayorga convierte el escenario en un laboratorio moral donde se examinan la fe, la libertad, la interpretación y la responsabilidad. En todos los casos, el dramaturgo busca que el público se pregunte qué habría hecho en circunstancias semejantes y cómo interpreta, selecciona o incluso falsifica la realidad que percibe.  

Además, su teatro se distingue por la austeridad escénica y la economía de recursos, que favorecen la concentración en el conflicto esencial. Los montajes de sus obras en las que el propio Mayorga participa se centran en la potencia del texto, la capacidad de los actores y la invitación al espectador a ser interprete, partícipe de una asamblea como en la antigua Gracia. Esta confianza en la inteligencia del público constituye uno de los pilares de su poética: el teatro, para él, es un espacio donde pensar juntos, donde cada espectador se convierte en coautor del sentido.  

En suma, la importancia de la obra de Juan Mayorga radica en su capacidad para hacer de la dramaturgia un espacio que reúne de manera colectiva arte, pensamiento y compromiso ético. Por ello, sus piezas no solo enriquecen la escena contemporánea, sino que invitan a mirar el mundo con mayor lucidez y responsabilidad. Fomenta una reflexión prolongada después de abandonar la sala. 

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