Gerald Durrell, su familia y otros animales 

Nieves García Tejedor

En 1935, la familia Durrell se traslada a la isla griega de Corfú, donde pasarán cinco enriquecedores años, hasta el advenimiento de la II Guerra Mundial. Esta experiencia marcó sin duda la vida y personalidad del naturalista y escritor Gerald Durrell, que llegó a la isla con diez años, y cuya vivencia dejó reflejada en la encantadora Trilogía de Corfú, compuesta por Mi familia y otros animales, Bichos y demás parientes y El jardín de los dioses

Nacido el 7 de enero de 1925 en Jamshedpur, por entonces colonia británica de India, Gerald Malcolm Durrell (Gerry para su familia) fue el más pequeño de cuatro hermanos, uno de ellos el también escritor Lawrence Durrell, famoso por su Cuarteto de Alejandría, entre otras obras por las que estuvo a punto de ser nominado para el premio Nobel de Literatura. 

Fue precisamente Lawrence quien inició a Gerald en la lectura de libros de la temática más diversa, entre los que no podían faltar Darwin, Alfred Russell Wallace, el naturalista francés Jean Henri Fabre, e incluso las revistas de aventuras Wide World que le prestaba su otro hermano, Leslie. También fue Lawrence quien algunos años más tarde le sugeriría escribir algunas historias para incrementar los escasos ingresos de su modesta economía doméstica de recién casado, facilitándole incluso el contacto de su propia editorial, Faber & Faber. 

La educación que Gerald recibió durante su estancia en Corfú resultó ser de lo más azarosa y caótica, con al menos cinco tutores, muchos amigos de su hermano mayor, que no consiguieron motivarle en absoluto, y un amigo de la familia que sí dejaría una importante huella en su vida: el polifacético erudito Theodore Stephanides, con quien realizaba numerosas expediciones a lo largo y ancho de la isla y quien despertó en el muchacho su amor por la naturaleza, los animales y la biodiversidad, además de contarle peculiares e hilarantes anécdotas de la vida en la isla, como cuando se modernizó el cuartel y la brigada de bomberos, las fiestas patronales en honor de St. Spiridion, o las funciones de ópera que ocasionalmente se representaban. Por no mencionar los preparativos para la visita del Rey Jorge en los que toda la familia Durrell aparece activamente implicada. 

Con indudable tono humorístico, la trilogía retrata una época que bien debió de ser una de las más queridas para todos los miembros de la familia, si bien la propia Louisa Durrell (a quien está dedicado el primero de los libros) aseguraba no reconocer muchas de las anécdotas narradas. Para Gerald Durrell, el libro estaba destinado en su origen a ser una mera descripción nostálgica de la historia natural de la isla, pero, según él mismo escribe, cometió el craso error de presentar a su familia desde las primeras páginas, por lo que al verse reflejados en papel se autoinvitaron a ser partícipes de muchos de los capítulos. “Aparecen tal y como yo los veía (…) y, al fin y al cabo, me proporcionaron cuantioso material, apoyándome y ayudándome en la escritura del libro al discutir ferozmente y rara vez mostrarse de acuerdo con cualquier incidente que les consultaba.” No son de extrañar esas diferencias de opinión pues, a pesar de la considerable tolerancia, la convivencia en la casa con todo tipo de fauna que Gerry traía de sus excursiones por la isla no era igualmente vista por el resto de la familia (spoiler: Lawrence y una caja de cerillas, sin ir más lejos). En todo caso, los retrata a todos con tanto afecto y cariño como a la flora y fauna de la bella isla griega. 

El éxito del primer libro de la trilogía, publicado en 1956, permitió a Gerald realizar numerosas expediciones por todo el mundo. Los dos siguientes se publicaron en 1969 y 1978, respectivamente. Durante sus viajes, su preocupación por los problemas a los que se enfrenta la vida silvestre en todas partes fue cada vez más en aumento, y fue pionero en el concepto de conservación de la naturaleza y los animales. Su idea de zoológico distaba bastante de la de una mera exhibición de animales en pseudocautividad, lo que le llevó a crear su propio zoológico, el Jersey Wildlife Preservation Trust, en la isla de Jersey, en el Canal de la Mancha, un refugio seguro para los animales en peligro de extinción que necesitan ser rescatados de cualquier cosa que amenace su supervivencia en su hogar nativo. Desde 1999 pasó a denominarse Durrell Wildlife Conservation Trust, en homenaje a su fundador. 

Viajero incansable y excelente divulgador, organizó cerca de veinte expediciones y colaboró en varios programas para la BBC, la televisión canadiense, y el guion de varias películas sobre la vida natural, entre otras. Fue condecorado con la Orden del Imperio Británico en 1982. 

Muy afectado por la muerte de su madre en 1964, y aunque no cesó de viajar y trabajar, la salud de Gerald Durrell fue debilitándose lenta pero progresivamente, hasta su fallecimiento en enero de 1995 a causa de una septicemia. 

El legado de Gerald Durrell es mayor de lo que él mismo pudo llegar a suponer, elogiado y admirado por notables personalidades como Sir David Attenborough, que considera que su Wildlife Conservation Trust es de una importancia mundial superlativa. Hay incluso algunas especies de animales denominadas en su honor, como el gecko nocturno de Durrell, la vontsira de Durrell, el anfibio Espadarana durrellorum, o la Clarkeia durrelli, un braquiópodo fósil del Silúrico Superior, nombrado «en admiración de Gerald Durrell cuya apreciación de la historia natural ha hecho de este mundo uno mejor”. 

Su Trilogía de Corfú ha sido llevada al cine y la televisión en varias ocasiones, siendo la más reciente la serie de cuatro temporadas The Durrells (2016-2019), adaptada por Simon Nye. 

Imagen: Corfú a principios del siglo XX

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