Los ‘Allahakbarries’, un peculiar equipo

Beatriz Tejada

Sir James Matthew Barrie (1860 –1937) es bien conocido y recordado por la creación del inolvidable y travieso personaje capaz de volar: Peter Pan. Peter Pan, or The Boy Who Wouldn’t Grow Up se publicó como obra de teatro en 1904, estrenándose el 27 de diciembre de ese mismo año, para publicarse posteriormente como novela en 1911 con el título de Peter and Wendy. Como es sabido, en 1929 Barrie cedió el copyright de su obra al Great Ormond Street Hospital (GOSH o Great Ormond Street, anteriormente Hospital for Sick Children).

Nacido en la población escocesa de Kirriemuir, el joven James Matthew, noveno en una familia de diez hermanos, deseaba ser escritor. Ya desde los seis años, cuando su hermano David falleció antes de cumplir catorce a causa de una caída patinando sobre hielo, J. M. trataba de levantar el devastado ánimo de su madre contándole historias y leyendo con ella a Walter Scott, Daniel Defoe o John Bunyam, de forma que su madre encontrara consuelo en el hecho de que su hijo fallecido sería por siempre un niño, que nunca crecería ni la abandonaría.

La idea de los niños que no crecen parece que va madurando en Barrie. En 1897 conoce a la familia Llewelyn Davies, con cuyos hijos coincidía frecuentemente en Kensington Gardens –donde se erige desde 1912 una pequeña estatua en bronce de Peter Pan-, por donde solía pasear. Allí, entretenía a los niños haciendo muecas y contándoles historias. A ellos está dedicada la historia de Peter Pan: para entretener a George y Jack, Barrie, se inventa que el pequeño de los hermanos, de nombre precisamente Peter, puede volar.

Pero además de los Llewyn Davies, el creador de Peter Pan tiene un nutrido círculo de amistades: mantiene correspondencia con Robert Louis Stevenson, que ya por entonces vive en Samoa; es vecino de George Bernard Shaw, buen amigo de H. G. Wells (quien se preocupó activamente cuando Barrie sufrió su divorcio) y del explorador Robert Falcon Scott, de cuyo hijo fue padrino, y de cuyas últimas cartas antes de fallecer en su exploración al Polo Sur, Barrie sería uno de los destinatarios: en ella Scott le pide que cuide de su mujer y su hijo –de nombre, también, Peter-. J. M. Barrie se sintió tan honrado que atesoró esta carta, llevándola consigo todos los días de su vida.

Pasión por el cricket

No es extraño, pues, que, siendo buen amigo de sus amigos, estos le correspondieran a su llamada para llevar a cabo otra de sus aficiones favoritas: el cricket. En 1890, Barrie decide fundar un equipo, al que llamó Allahakbarries. El nombre se inspira en el árabe Allah akbar, creyendo que significaba ‘Que el Cielo nos ayude’ (Heaven help us), algo que tal equipo tenía que repetir a menudo, cuando, en realidad, significa ‘Dios es grande’. Pero así quedaba también el nombre de Barrie incluido en el juego de palabras del título.

Esta exclusiva selección incluía personalidades tan notables como Rudyard Kipling, H. G. Wells, Arthur Conan Doyle, P. G. Wodehouse, G. K. Chesterton, Jerome K. Jerome, Walter Raleigh, E. V. Lucas, Maurice Hewlett, Owen Seaman, Bernard Partridge, o el hijo de Alfred Tennyson, entre otros. Por supuesto, no podía faltar un Llewelyn Davies, y allí estaba George.

La verdad es que el entusiasmo de Barrie por el cricket eclipsaba su talento para el mismo, pero él no había reclutado un equipo con ningún criterio atlético, no. Su lema para la selección era:

With regard to the married men, it was because I liked their wives, with the regard to the single men, it was for the oddity of their personal appearance. (Respecto a los hombres casados, era porque me gustaban sus esposas; respecto a los solteros, por la peculiaridad de su apariencia personal).

Así, por ejemplo, para empezar, el naturalista Joseph Thomson llevó unos pijamas, en vez del clásico equipamiento blanco para el tradicional deporte británico.

De entre sus gestas memorables, cabría destacar que, justo antes de su primer partido, Barrie se encontró a sus compañeros de equipo discutiendo por qué lado se sujetaba el bate de cricket; él se reconocía lento, y confesaba que después de devolver la pelota, sencillamente iba a sentarse en el césped en un lateral y esperar a que le llegara desde el otro extremo, lo cual “a veces sucedía.” Por no mencionar a uno de sus jugadores, Bernard Partridge, que tenía un ojo vago y rara vez podía acertar con su puntería, y bateaba todo menos la pelota. O uno de sus colegas franceses, que cuando el árbitro exclamaba “over”, entendía literalmente que el partido había acabado, y se iba.

En un intento por coordinar lo que amenazaba el desastre, Barrie escribió un librillo de consejos para su equipo, en el que les recomendaba cosas como no practicar a vista de los demás antes de cada partido, para que el equipo rival no se confiara, o “una vez que hayas bateado la pelota, corre de inmediato, no te quedes a aplaudir.”

De todos ellos, el único que sí conocía bien el juego era Sir Arthur Conan Doyle, excelente deportista en muchas disciplinas. De él, Barrie reconoce que es “a grand bowler. Knows a batsman’s weakness by the colour of the mud on his shoes.”

Sin duda, jugaban por “amor al arte”, por el mero placer del juego y el compañerismo. Y, en todo momento, Barrie desbordaba optimismo y no escatimaba elogios y palabras de ánimo para sus compañeros, o excusaba sus errores deportivos: the more accomplished a man was at writing, the worse he played.

Desafortunadamente, el equipo no duró mucho y su final no fue tan jovial como su carrera: el advenimiento de la Primera Guerra Mundial puso fin a tan entretenida empresa. En aquellos días, Barrie escribiría en su diario:

The Last Cricket Match. One or two days before war declared – my anxiety and premonition – boys gaily playing cricket at Auch, seen from my window. I know they’re to suffer. I see them dropping out one by one, fewer and fewer (…)

El breve libro de consejos (apenas tenía 40 páginas) que J. M. Barrie escribió para sus Allahakbarries, tuvo una versión revisada en 1899, y se reimprimió posteriormente, en 1950, con una introducción de Donald Bradman. Actualmente, es considerado un ‘libro raro’, y es muy buscado por los coleccionistas.

Foto de Anthony Tran en Unsplash

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REFERENCIAS:
Telfer, Kevin (2010). Peter Pan's First XI: The Extraordinary Story of J. M. Barrie's Cricket Team. Hodder & Stoughton.

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