La dirección de orquesta

La dirección de orquesta es una labor muy exigente que requiere de una formación musical profunda y completa. El instrumento del director podríamos decir que son todos los músicos de la orquesta y cualquier otro intérprete solista que intervenga en la obra musical. El director hace que la orquesta responda como una unidad y ofrece la interpretación personal que, según el análisis de la partitura, el estudio del compositor y de la época en la que se compuso la obra, considera más adecuado.  

Asimismo, el director se ocupa de los ensayos y de la programación musical de la orquesta, que debe ser equilibrada buscando siempre la mejor calidad sonora. Un buen ambiente humano facilita que el director tenga el control para establecer sus criterios musicales y que los miembros de la orquesta lleguen a identificarse con sus versiones. Es conveniente que el director tenga la habilidad de detectar y resolver los problemas que suelen surgir en una formación tan compleja como es la orquesta. 
Cuando el director entra en la sala de conciertos lleva en su cabeza toda la partitura de la obra; la tenga delante o haya optado por no ponerla en su atril, retiene su estructura musical, su carácter, los tempos de cada movimiento, la matización y todas las intervenciones de cada uno de los instrumentos. 
Para que toda la orquesta le vea sin problemas, el director se sitúa en una peana elevada. La amplitud de los gestos que realiza con sus manos y con la batuta pueden parecer teatrales y exagerados, pero hay que tener en cuenta que los músicos le ven de reojo mientras se ocupan de interpretar su parte y por eso es necesario que sean muy claros y visibles. 
En la mano derecha habitualmente lleva una batuta con la que marca el compás mientras que con la mano izquierda señala las entradas de cada grupo de instrumentos y de los solistas. Con movimientos corporales y principalmente con ambas manos indica la intensidad y el carácter de la obra. Por ejemplo, si el director abre mucho los brazos es porque quiere que los intérpretes toquen más fuerte y si abre progresivamente los brazos sin dejar de mover las manos, es para que vayan incrementando la intensidad o fuerza con la que ejecutan la música. 
La dirección orquestal tiene su origen en la conducción vocal que se realizaba durante la Edad Media. Sin embargo, en el antiguo Egipto ya hay indicios de la existencia de una figura equiparable al director de orquesta, que indicaba mediante gestos muy concretos cuando entraban y paraban los instrumentos que tenían que ejecutar su parte en una agrupación musical.  
El historiador romano Plinio (23 d.C.-79 d.C.) contaba que los directores de coro solían llevar con el pie el compás o pulso de las obras musicales, mediante un zapato al que incorporaban una suela de madera o hierro. 
En la Edad Media, se intensificó la libertad gestual del director, pero básicamente se marcaba la altura de los sonidos, con movimientos hacía arriba para los agudos y hacia abajo para los graves. La figura del maestro de capilla, responsable de la música sacra en las iglesias, o de la música profana en las fiestas cortesanas, adquirió gran relevancia ya que se trataba de un músico y compositor con experiencia y prestigio, que instruía y dirigía al grupo de cantores e instrumentistas.  
A partir del siglo XVII el primer violín, el instrumentista de teclado, o ambos a la vez, comenzaron a cumplir con la función de director de orquesta marcando las entradas y el compás con el arco del violín, o a través del teclado al que no dejaban de prestar atención todos los instrumentistas.  
El compositor de la corte de Francia Jean-Baptiste Lully (1632-87), está considerado como uno de los primeros directores de orquesta, que dirigía las obras mediante un bastón con el que marcaba el compás de las obras golpeando el suelo. Murió en 1687 en París de una gangrena a consecuencia de una herida que se hizo en el pie con su bastón, que le provocó una infección que acabó con su vida. 
Todos estos intentos y primeras experiencias de dirección denotan la necesidad de una figura que liderase la conducción de la música en un conjunto instrumental. 
En los siglos XVII y XVIII llegó a ser muy frecuente que los compositores fueran los encargados de dirigir la música que escribían. En ocasiones también se recurría a un músico de la orquesta, que casi siempre era el concertino (el solista del grupo de los violines) o el realizador del bajo continuo.  
El compositor alemán Carl Maria von Weber (1786-1826) ejerció una importante labor innovadora en el desarrollo de las funciones de director de orquesta.  La precariedad de la profesión de músico llevó a que muchos compositores subsistieran principalmente de su labor como directores de orquesta. Sus figuras eran respetadas por las orquestas por la autoridad que les daba ser los compositores de las obras que se interpretaban. Hector Berlioz, Felix Mendelssohn, el mismo Carl Maria von Weber, Richard Wagner, Gustav Mahler o Richard Strauss son algunos ejemplos relevantes. 
En el siglo XIX la dirección de orquesta se profesionalizó y se desarrolló técnicamente generalizándose la existencia de músicos que únicamente se dedicaban a dirigir orquestas y agrupaciones musicales. La mayor complejidad de algunas obras obligó a encontrar soluciones gestuales más sofisticadas, así como a la definitiva incorporación de la batuta en la dirección tal y como la conocemos en la actualidad.  
Sin embargo, es en el siglo XX cuando llega el momento de máximo esplendor de los directores de orquesta, que en ocasiones adquirieren un gran protagonismo e incluso un divismo no exento de polémicas y conflictos con los miembros de las orquestas, coros y solistas. Carismáticos directores de orquesta como Arturo Toscanini, Leonard Bernstein, Claudio Abbado, Zubin Mehta, Carlo María Giulini,  Herbert Von Karajan o Baremboin entre muchos otros, han dejado una fuerte huella, tanto en directo como a través de míticas grabaciones, que han contribuido a que muchas personas se aficionasen a la música. 
La dirección de orquesta es un arte relativamente novedoso en el sentido de que antes, como ya hemos explicado, las orquestas no las dirigía un hombre con una batuta. La figura del director fue gestándose con el paso del tiempo, especialmente en la época romántica, y tuvo su gran explosión en el siglo XX. 
El célebre Herbert von Karajan (1908-1989) renovó por completo la imagen del director de orquesta dándole una apariencia más moderna y viva que cautivó al público. Su trabajo exhaustivo con la orquesta, buscando un sonido específico, refinado a través de una perfección y un virtuosismo desconocidos hasta el momento, fue la clave de los éxitos internacionales de la Filarmónica de Berlín que dirigió durante años.   
El mundo de la música clásica en general y de las orquestas en concreto es muy tradicional, masculino y cerrado. Hasta hace muy poco era excepcional encontrar mujeres instrumentistas y aún más difícil ejerciendo el rol de figura de autoridad al mando de una orquesta. Por ejemplo, hasta1997 la orquesta filarmónica de Viena no permitió la entrada de mujeres instrumentistas como miembros de pleno derecho. También en 1983 Herbert Von Karajan protagonizó un fuerte enfrentamiento con los músicos de la inmovilista Orquesta Filarmónica de Berlín que vetaron a la joven y virtuosa clarinetista Sabine Meyer. 
Respecto a la dirección de orquesta, las nuevas formas de especializarse han ayudado a que se dé una mayor paridad ya que antes la formación establecía un vínculo directo entre el maestro y el discípulo, algo que se veía inadecuado en el caso de las mujeres. 
Verónica Dudarova  (Bakú, 1919- Moscú, 2009) fue la primera mujer que se puso al frente de una orquesta sinfónica y estuvo casi 30 años dirigiendo la Orquesta Estatal Sinfónica de Moscú. En plena Guerra Fría, su música trascendió por encima de las ideologías y obtuvo elogios unánimes por todo el mundo. En 1991, cuando desapareció la URSS, fundó y encabezó la orquesta sinfónica de la Rusia poscomunista. 
Antonia Brico (Rotterdam, 1902-Denver,1989) fue la primera mujer que dirigió la Orquesta Filarmónica de Berlín y la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Su enorme éxito de crítica y público no le dio la oportunidad de conseguir un puesto fijo de dirección por lo que optó por fundar su propia Orquesta Sinfónica de Mujeres. La cineasta holandesa Maria Peters recoge su apasionante historia en la película La directora de orquesta. 
Aún hoy en día para las mujeres sigue siendo difícil ser reconocidas en esta profesión, pero cada vez es menos extraño verlas al mando de orquestas prestigiosas. La mexicana Alondra de la Parra es un referente internacional, es directora musical de la Orquesta Sinfónica de Queensland, y ha dirigido más de 70 orquestas. Mirga Grazinyte-Tyla es una de las directoras jóvenes con más talento del mundo que ha estado al cargo de la orquesta de la compañía austríaca del Salzburger Landestheater y actualemente dirige la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birminham. La española Inma Shara se convirtió en 2008 en la primera mujer en dirigir un concierto en el Vaticano, durante el concierto de celebración del 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 
Para terminar, animaros a la interesante experiencia de escuchar y analizar diferentes versiones de una misma obra dirigida por distintos directores y con diferentes orquestas. Os proponemos dos sinfonías, ya que en ellas la orquesta y el director adquieren gran protagonismo, de dos grandes sinfonistas, Beethoven y Mahler: la Sinfonía n.º 3 en mi bemol mayor,op. 55 de Ludwig van Beethoven, conocida como La Heroica y la Sinfonía n.º 5 en do sostenido menor de Gustav Mahler. De La Heroica hemos seleccionado una versión de Claudio Abbado y otra de Daniel Barenboim y de la 5ª de Mahler una interpretación de Leonard Bernstein y otra de  Sir Georg Solti.   
La percepción de las sutiles o grandes diferencias entre ellas, seguro que va a contribuir a que disfrutéis más de lo habitual de la audición. Y recordaros que en la Biblioteca de la Uned contamos con una selección de obras musicales, que podéis llevaros en préstamo para no parar de escuchar música.    

Foto de Rob Simmons en Unsplash

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