La rivalidad entre Renata Tavaldi y Maria Callas

Cristina Fernández
En el mundo de la ópera ha habido sonados enfrentamientos entre grandes divas, que han vivido momentos de desmesurada pasión y rivalidad tanto dentro como fuera del escenario. Con motivo de celebrarse este año el centenario del nacimiento de la gran soprano Renata Tebaldi, vamos a descubrir lo que se escondía tras el supuesto duelo que vivieron la Tebaldi (Italia, 1 de febrero de 1922-San Marino, 19 de diciembre de 2004) y la famosísima María Callas (1923-1977) en los años 50. 

En realidad, entre ellas no hubo una confrontación artística sino una rivalidad mediática, alimentada por los promotores de teatros y representantes de las artistas que vieron un filón en ello. Las coincidencias en sus repertorios vocales fueron prácticamente inexistentes y las dos afrontaron la interpretación de sus personajes de formas muy distintas. Muchos aficionados a la ópera se proclamaron partidarios de una u otra, pero las dos eran tan talentosas, que el privilegio era deleitarse con el arte de cualquiera de ellas. Por eso hemos preparado una lista de Spotify con una selección de arias de Renata Tebaldi y María Callas que no os podéis perder.  

Estas magníficas sopranos marcaron una época y han dejado su huella para la posteridad. Las dos mujeres son dos leyendas en el mundo de la ópera, que representan universos muy diferentes, tanto en lo personal como en lo artístico, y procedían de ambientes sociales que en parte marcaron su trayectoria vital. 

Para el gran público Renata Tebaldi fue una desconocida; su depurada técnica estaba reservada al público más elitista y además fue desplazada por la arrolladora y deslumbrante María Callas. 

Renata Tebaldi nació el 1 de febrero de 1922 en Pésaro y se educó en un ambiente familiar musical. Su madre fue una cantante frustrada que se dedicó a la enfermería y su padre un violonchelista con poco éxito. Estudió canto en el Conservatorio de Parma y se perfeccionó con la famosa cantante, prima donna en La Scala, Carmen Melis. El impulso a su carrera le llegó en 1946 cuando el afamado director de orquesta Arturo Toscanini, la seleccionó para el concierto de reapertura de La Scala de Milán, tras la Segunda Guerra Mundial. 

Posteriormente en La Scala cantó una espléndida Elsa de Lohengrin y una de las mejores interpretaciones del aria La mamma morta de la ópera Andrea Chenier, llegando a convertirse en la reina de La Scala hasta que la Callas la relevó. Su debut con Otello en el Metropolitan en 1955 marcó el inicio de su prolongado idilio con el público neoyorquino. La lista de los imprescindibles de Tebaldi es suculenta:  Margherita de Mefistófele, Leonora de La forza del destino o la protagonista de Adriana Lecouvreur. Del aria Ebben ne andró lontana de la ópera La Wally de Alfredo Catalani, nos dejó una versión de absoluta referencia que hay que escuchar. 

Tebaldi era la tradicional diva italiana, majestuosa, siempre correcta y con una apariencia impecable. La soprano siempre llevó una vida ordenada y disciplinada que le ayudó mantener su voz en forma por más de 25 años.  

María Kalogerópoulos, conocida como María Callas en el mundo de la ópera, era todo lo contrario. En ella todo era desmesurado y cuando llegó al mundo del canto ocasionó una gran convulsión. Era la hija de unos emigrantes griegos que se establecieron en Nueva York, y fue su padre, George Kalogerópoulos, el que decidió cambiar su complejo apellido por el de Callas cuando abrió un negocio en un barrio griego de Manhattan. Tras la separación de sus padres María se trasladó a vivir a Grecia con su madre y su hermana. Para inscribirse en el Conservatorio Nacional de Atenas falseó su edad, ya que era demasiado joven para comenzar sus estudios de canto. Su maestra fue la soprano española Elvira de Hidalgo de la que aprendió la precisión en el canto de coloratura y la técnica que la permitió abordar el difícil repertorio del primer tercio del ochocientos.   

La noche en que Callas sustituyó a la soprano que protagonizaba el papel de Elvira de I puritani en el teatro La Fenice de Venecia, su carrera dio un giro definitivo para terminar de despegar en 1953 tras interpretar una de sus óperas más emblemáticas, la Medea de Cherubini en La Scala de Milán, que precisamente era hasta entonces el feudo de Renata Tebaldi. 

Despúes de que la Callas se convirtiese en la nueva estrella de La scala, Tebaldi declaró que se alejaba de La Scala porque ya no había allí lugar para ella, a lo que Callas respondió que «Renata Tebaldi era una artista sin columna vertebral», de lo que se defendió Tebaldi diciendo: «No tendré columna vertebral, pero tengo algo que le falta a la Callas: un corazón”.  

Mientras la fama de Renata Tebaldi se limitaba al universo de la ópera, la Callas transcendió el mundo artístico para convertirse en un personaje muy popular, más por su rotunda y controvertida personalidad que por su extraordinaria aportación al canto. Su exposición en la alta sociedad y su turbulenta relación con el magnate griego Aristóteles Onassis, contribuyó a que llegara a ser una gran figura internacional rodeada de una aureola de glamour y cierto misterio.  

La calidad y técnica de la voz de Renata Tebaldi era su gran atractivo y focalizaba toda la atención del público más entendido. Su voz se caracterizaba por un timbre muy dulce y un volumen extraordinario, capaz de ejecutar desde dificilísimos filados y sutiles pianos hasta vibrantes y rotundos sonidos. Era carismática y una gran intérprete, pero la magia de la escena de Callas era insuperable.  

María Callas era un animal escénico, con un instinto musical y dramático innatos. Su directo eran espectacular, creaba una atmósfera especial que magnetizaba al público, que la idolatraba y perdonaba sus frecuentes desplantes y caídas de cartel. Era una artista extraordinariamente camaleónica que se mimetizaba con sus heroínas trágicas, incomprendidas y condenadas al sufrimiento. Su fuerte temperamento y cierto desequilibrio emocional se acentuó a causa de vivir tan intensamente los personajes que interpretaba. Fue una mujer tan afortunada como desgraciada y vulnerable. 

La singularidad del timbre de su voz, su capacidad para emocionar y crear un universo artístico entorno a su persona, hacían olvidar algunos defectos técnicos como su sonido metálico y entubado o la falta de homogeneidad de su registro. 

Su vida artística fue corta y solo permaneció cantando a nivel profesional poco más de doce años. Acabó sus días de forma inesperada y trágica, siendo el suicidio una de las versiones más aceptadas sobre su fallecimiento.  

El 5 de mayo de 1959 tuvo lugar la única actuación de Maria Callas en el Teatro del Liceo de Barcelona. El recital levantó gran expectación, en parte debido a que la ciudad contaba con muchos partidarios de otra gran soprano de la época, Renata Tebaldi. Callas durante la primera parte del concierto no estuvo a la altura, y mientras cantaba el Vissi d’arte de Tosca se escucharon los gritos de «¡Viva la Tebaldi!». Finalmente, María Callas, después del intermedio, se rehízo a sí misma y acabó metiéndose al público en el bolsillo que la ovacionó y tapizó con flores el escenario.  

Otra anécdota narra como cuando Renata Tebaldi terminó de cantar Tosca en el Metropolitan de Nueva York en 1968, María Callas, que se encontraba entre el público, ovacionó a su rival con un sonoro «¡Bravísimo!» Los espectadores enmudecieron ante la muestra de admiración hacia su rival más encarnizada, pero lo cierto es que aquella noche la Tebaldi había cantado como un ángel. 

María Callas es una de las artistas más prodigiosas y revolucionarias de todo el siglo XX. Su gran importancia en la historia de la ópera se debe al hecho de haber recuperado el tipo de soprano dramática de agilidad, desaparecida desde la primera parte del siglo XIX, y haberla modernizado incorporando grandes ideas a la interpretación. Entre sus óperas más memorables se encuentran Norma, Sonnambula y I Puritani de Bellini, Lucia de Larmemoor y Anna Bolena de Donizetti, La Traviata de Verdi o El barbero de Sevilla de Rossini.  

El paso del tiempo ha hecho olvidar a estas dos leyendas del canto, sobre todo a la talentosa Renata Tebaldi, pero su extraordinaria aportación artística a la ópera quedará para siempre.   

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio