La Depresión Posparto Paterna también existe

 Agustín Ortega Morillas, Psicólogo especialista en Psicología Perinatal

Cuando escuchamos depresión posparto imaginamos una madre con un recién nacido, que en lugar de estar pletórica de felicidad, está triste y sin ánimo para cuidar de su bebé. Nadie imagina, en cambio, a un hombre en la misma situación. Con este artículo pretendemos visibilizar y concienciar acerca de este trastorno que puede darse en un 25% de los padres: la Depresión Posparto Paterna (DPP-P).

Foto de Isaac Quesada en Unsplash

A pesar de que prácticamente toda la investigación sobre este tema se ha centrado en las mujeres, hay que subrayar que la DPP-P puede llegar a afectar al 25% de los hombres que acaban de ser padres, y al 50% de los hombres cuyas parejas tienen depresión posparto. Sus características son la represión de la tristeza, los sentimientos de agobio, el resentimiento hacia el bebé y las emociones de abandono y olvido.

Los factores de riesgo son la depresión posparto materna (el principal), una disminución de apoyo de la pareja y de la satisfacción con la relación, además de bajos niveles de cortisol (lo cual es llamativo porque niveles altos de cortisol predicen depresión posparto en embarazadas).

Un consejo si eres padre de un recién nacido es que hagas lo necesario por mantener una relación de pareja “sana”: fomenta la comunicación y adopta un rol activo en la crianza. Esto es más importante aún, si cabe, en el caso de que tu pareja tenga depresión posparto.

Para evaluar la DPP-P solamente existe una escala desarrollada específicamente para este fin, que es la escala Male Depression Scale (GMDS). Aunque también pueden usarse instrumentos validados y ampliamente usados en mujeres.

Teniendo en cuenta esto, aconsejamos a los profesionales que trabajan el embarazo (matronas, médicos de familia, ginecólogos, etc) acordarse de evaluar también a los padres, cuyas parejas tengan depresión posparto.

En cuanto a los criterios diagnósticos de depresión del DSM5 cabe destacar la presencia de ánimo triste, disminución de interés por actividades de la vida diaria, alteración del patrón de sueño y sentimientos de inutilidad, siempre y cuando estos síntomas no se deban a consumo de sustancias o enfermedad médica.

Las consecuencias de la DPP-P son: relacionales como mala comunicación y dificultades en la pareja, aumento de agresividad, violencia de género y aumento de consumo de sustancias de abuso; personales, como mayor riesgo de suicidio, trastornos de ansiedad, episodios maníacos; para la interacción padre-bebé como menor calidad y cantidad de tiempo en la crianza. Todo esto conlleva un impacto negativo, pudiendo aumentar en la descendencia el riesgo de desarrollo de trastornos psicopatológicos, ansiedad, depresión, trastornos de alimentación, trastornos por déficit de atención y retraso en la aparición del lenguaje. También tiene consecuencias negativas en los bebés como problemas en el crecimiento cerebral, déficits en la maduración orbitofrontal de la corteza cerebral y alteraciones del sistema inmunológico, y en el establecimiento de un apego seguro. Incluso, a largo plazo, aumentando el riesgo de suicidio infantil.

Diversos tipos de intervenciones pueden mejorar y disminuir la aparición de DPP-P. Aparentemente, la mejor fórmula para prevenir la DPP-P es el apoyo social, como el apoyo de la pareja, el reparto de tareas con los padres en el cuidado y crianza del bebé parece disminuir los sentimientos paternos de aislamiento. Además del uso de programas educativos que tengan en cuenta tanto a la madre como al padre. En los últimos 25 años, sólo 10 estudios incluyen intervenciones para la DPP-P.

Foto de Mikael Stenberg en Unsplash

Insistimos en la importancia de hacer un cribado universal de la depresión posparto, materna y paterna, recordamos que la DPP-P puede darse en una cuarta parte de los padres, y en la mitad de cuyas parejas tienen depresión posparto. Es un trastorno que cursando con síntomas de depresión puede llegar a derivar en agresividad, violencia, consumo de sustancias y suicidio, además de tener repercusiones futuras negativas en el bebé como un estilo de apego inseguro y trastornos de salud mental. Subrayar la sencillez de su prevención: incluir al padre en los programas de embarazo y crianza (como este proyecto de Mamás y Bebés), fomentar el cuidado compartido de bebés y favorecer la comunicación y la relación en la pareja.

Concluimos aconsejando a los profesionales que amplíen la evaluación de la DPP a los padres; que incorporen a los padres en los programas de preparación al parto y nacimiento. Y recordamos a los padres de recién nacidos que la crianza compartida, y la buena relación (comunicación y apoyo) en pareja sirve para proteger la salud mental de ellos, su pareja y de su bebé para el futuro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *