Más que choque de trenes ¿choque de generaciones?

1

15/11/2017 – María Jesús Funes (UNED) y Patricia García Espín (CSIC)

«Ya no soy el arrogante jovencito que era cuando llegué aquí – prosiguió Arkadi. No en vano he cumplido  ya 23 años. Como antes, sigo deseando ser útil, dedicar mi vida a la búsqueda de la verdad. Pero ya no busco mis ideales allá donde los buscaba antes, sino que ahora me parece que están… bastante más cerca. Hasta ahora no me comprendía a mí mismo y me imponía tareas que eran superiores a mis fuerzas… Pero un nuevo sentimiento acaba de abrir mis ojos… Aunque sé que no me expreso claro, confío en que usted me comprenda…” (Ivan Turgeniev, Padres e Hijos, Akal, 2011 [1862], p. 231)

El envite del independentismo catalán, las “ocurrencias” de los ayuntamientos “del cambio”, una diputada con su bebé en sesión parlamentaria, diputados con coleta, camisetas de grupos rap, o rastas, como representantes de los ciudadanos; diseños viarios para favorecer a ciclistas y viandantes en perjuicio de los coches privados; huertos urbanos en cualquier barrio; presupuestos públicos dedicados a talleres sobre consumo alternativo o diversidad sexual LGTB ¿Tiene todo esto alguna relación entre sí? ¿Podemos relacionarlo con las proclamas del final del régimen del 78, o la caída del bipartidismo,…?

Desde nuestro punto de vista sí.

Nuestra hipótesis es que hay un hilo conductor que une estos hechos aparentemente dispares que evidencian un, “el”, cambio generacional y que, siendo así, una parte de este cambio podría haber llegado para quedarse. Qué y cuánto permanecerá, qué y cuánto desaparecerá es, en este punto, tarea de adivinos más que de analistas. Pero lo que subrayamos es que estos impulsos de cambio los protagonizan quienes tomarán TODAS las decisiones a partir de dos décadas, en las que habrán desaparecido quienes vivieron más o menos de cerca la Transición; y las nuevas generaciones no pueden percibir los beneficios del fin de la Dictadura.

Y es que ¡se veía venir! Los que hacemos estudios de juventud venimos escuchando cómo se comparan con generaciones previas lamentando “nosotros no hemos hecho historia” expresando un contenido anhelo.

En el año 2005 el Instituto Nacional de la Juventud nos planteó a un grupo de profesionales un estudio que explicara por qué los jóvenes no participaban y estaban tan alejados de la política. La contestación, en un monográfico titulado Movilización social y creatividad política de la juventud fue la siguiente: no es cierto que no participen, que no les interese la política. Lo que ocurre es que los investigadores miramos dónde no hay y no vemos lo que hay porque ignoramos/despreciamos lo que no nos gusta o no entendemos. La mayoría de los analistas se formulaban las mismas preguntas de siempre y no veían lo que había porque no estaban/estábamos preparados para comprender ni a la juventud ni “su política”.

Nuestra propuesta fue ampliar el foco reconociendo el status de “políticas” a prácticas que los estudios convencionales no consideraban tales. Con ello encontramos a muchos jóvenes haciendo política ¿otra política? en parte sí. Las formas de estudiar los comportamientos políticos se habían quedado anticuadas, se aplicaba una plantilla que dejaba fuera muchas cosas. Los investigadores sociales estaban actuando como el señor del chiste que perdió las llaves en un sitio pero las buscaba en otro porque allí había luz y donde se habían caído no.  ¿Resultado? Así no hay manera de encontrar las llaves.

Dicho estudio y otros posteriores mostraban que en España estaban llegando a la edad de hacer política unas generaciones motivadas, cualificadas, con un alto grado de sofisticación política. Buena parte de ellos se habían iniciado en el movimiento estudiantil, en la izquierda radical en torno al Movimiento Autónomo, y presentaban críticas serias a la deriva económica y social, al cambio climático, los problemas de la vivienda, la precariedad laboral, los paraísos fiscales, la concentración del poder en ámbitos cada vez más opacos.

Un dato relevante es la distancia entre población joven y adulta en cuanto a la confianza en sí mismos en relación con la política, lo que denominamos eficacia política interna, indicador de autopercepción de competencia. Ya en el Informe de Juventud de 2008, utilizando como indicador la pregunta: “la política es demasiado complicada para gente como yo” veíamos que el 46% de los adultos estaba de acuerdo y el 41% en contra, mientras que en el sector juvenil la relación se invertía: el 55% de los jóvenes estaban en desacuerdo con esta afirmación, es decir, sí se sentían capacitados frente al 42% que no. Los datos del Informe de 2016 son consistentes con esta evolución, la franja más joven apunta mayor autopercepción de competencia política y el aumento del interés por la política continúa la trayectoria ascendente. Asimismo, otros estudios[i] muestran la preferencia juvenil por otros procesos participativos (Font et al, 2011, …). No obstante, como veíamos y seguimos confirmando, esto se producía en universitarios, fundamentalmente de clases medias, y menos o nada en los sectores económicamente más depauperados (García Albacete, 2013).

Pero, aun considerando que los más motivados siguen siendo minoría y que esta motivación tiene sesgo de clase, resaltamos un desplazamiento de una postura escéptica a otra más motivada fundamentada en posicionamientos éticos. La desafección estaba dando lugar a una reacción moral que cristalizaba en deterioro en la imagen de instituciones como los partidos y valoración de otras como las ONGs, que relacionan con los valores que echan en falta en la política convencional. Los datos de jóvenes que no daban la espalda a la política pero preferían otras visiones y prácticas han transformando la imagen en términos relativos de los españoles. Al incluir otras formas de hacer política dejaron de ser los apáticos, políticamente desmotivados, que veíamos en las comparativas europeas, y su perfil político se acentuaba[ii].

Y la evidencia se produjo en forma de 15M.

No fueron sólo jóvenes, claro que no, pero nadie dudará de que lo iniciaron y sostuvieron. Jóvenes que empiezan a dejar de serlo pero que nacieron después de la muerte de Franco o de la Transición. Mucho ha cambiado desde aquella primavera de 2011, muchas esperanzas se han visto defraudadas, también miedos tranquilizados al contemplar la paulatina institucionalización y su normalización adaptándose a las lógicas conocidas. Pero que de aquellos polvos vienen estos lodos es indudable. Y no (sólo) del tan traído y llevado 15M, sino de lo que lo caracterizó: un impulso que pretende ser democratizador.

Ciertamente había más cosas. La crisis económica ha deteriorado la vida de millones de personas, entre otros muchos jóvenes que por más máster, idiomas y estancias en el extranjero sólo pueden aspirar a salarios de miseria, en una precariedad que impide una vida estable. También los adultos ven con cómo la movilidad social con la que soñaron se disuelve como un azucarillo en el agua; cómo las jubilaciones son más feas de lo que imaginaron; cómo la injusticia y la desigualdad campan a sus anchas sin que sepamos qué hacer al respecto.

Pero, sin obviar todo esto, lo llamativo fue una especie de reclamo con tono de descubrimiento. Se extendió la idea de que “todos podíamos hacer política”, una socialización en la que el umbral para ser sujeto político se reducía y amplios sectores sociales vivieron un proceso de empoderamiento como exitoso aprendizaje de lo público. La socialización política, como ya han señalado diversos autores (Sigel, 1989), adquiere más fuerza si es vivencial y se teje en las experiencias personales, en la política de lo cotidiano. Y, por supuesto, si se “sella” en un acontecimiento con la eficacia estratégica de los círculos de reconocimiento y los rituales del 15M resulta más intensa. Aquella sentencia “No nos vamos de la plaza nos trasladamos a tu conciencia” no fue un brindis al sol. Muchos creyeron que se podía pensar una política diferente, que tenían “voz” y que expresarla era un derecho y una posibilidad. Y, ¡cuidado! generar ilusiones es algo peligroso (¿esperanzador?) para los sistemas políticos.

Y ¿pretendemos también explicar “parte” del conflicto catalán desde esta hipótesis del cambio generacional?  Ciertamente.  En el año 2010 un movimiento de bases crecía en Cataluña reclamando independencia mediante formas de democracia directa. Muchos de sus protagonistas participaban, también, de una protesta que recorría España reclamando más democracia y denunciando la precariedad y la desigualdad; las Plataformas de Afectados por la Hipoteca son lo más conocido pero había mucho más. No pretendemos decir que sólo eran jóvenes, no era así por ejemplo en las PAHs (aunque sí en sus orígenes, recordemos “V de Vivienda”), pero había jóvenes liderando la mayoría, y creemos que sin ellos no habrían tenido lugar algunas transformaciones de la acción colectiva como el 15M.

¿Puede alguien pensar que sin este impulso sostenido por y desde las bases sociales las CUP hubieran concitado el apoyo alcanzado en las urnas? Y sin ello ¿habríamos llegado dónde estamos? Nosotras pensamos que no, y proponemos verlo como parte de este intento de cambio que tiene, en su intención, más de revolucionario que de reformador y que luce el sello indudable de la juventud. Sin duda hay más cosas: el cambio de actitud de algunas élites catalanas (antes no tan independentistas), las (no) reacciones del gobierno central, los problemas con la justicia de un sector de Convergencia,….. Sí, todo eso está ahí. Sólo proponemos una perspectiva de análisis desde la que pensar.

Y en esta línea proponemos aplicar la distinción que Charles Tilly (1995) hacía entre situaciones revolucionarias y resultados revolucionarios. Principalmente, su análisis de la secuencia que convierte una acción colectiva en conflicto político y éste en situación revolucionaria que culmina, sólo algunas veces, en resultado revolucionario. Los rasgos que identifica en las situaciones revolucionarias sirven para pensar en Cataluña y medir cómo y cuándo se evoluciona de un estado a otro. Y es que no sólo por las condiciones del conflicto y el talante de cambio del independentismo interesa esta revisión, es que algunos de sus protagonistas, para los que no es tan central la secesión, sí aspiran a un cambio profundo de régimen y de sociedad.

Nuestra hipótesis, por acabar, es que en la base de toda la inquietud, los miedos, pero también los anhelos de la situación actual, lo que subyace es más que un choque de trenes un choque de generaciones. Centrarnos en la idea de una/s generaciones con intención, y tal vez capacidad, transformadora nos posiciona en otro lugar al interpretar el cuestionamiento del contenido de lo que hay (ejemplarizado en la Constitución) y su continente (el bipartidismo normalizado y más cosas que podrían tener fecha de caducidad, o no,…). En la investigación ya citada realizada en un momento crítico, pues los datos son de 2011 y 2012, la crítica a la política convencional, el rechazo al bipartidismo y el cuestionamiento de instituciones centrales de la democracia, se acompañaba de una actitud propositiva relevante en los sectores juveniles, planteando procesos políticos que requerían participación más allá del voto.

Ciertamente, estas nuevas generaciones tienen perfiles variados, tanto como que también nutren el partido Ciudadanos y al Partido Popular. Pero eso no invalida el argumento.

Creemos que una mayor apertura de “los mayores” hacia las generaciones más jóvenes, que previamente tenían escaso protagonismo en la escena pública, es altamente recomendable. También en el ámbito académico debemos superar los enfoques estigmatizadores (“los jóvenes pasan” “son individualistas e interesados”). Los significados mismos de lo que implica ser joven están en disputa. Apostamos por aproximarnos a “las” juventudes en sus prácticas políticas, más allá de la clásica batalla de padres e hijos, de los estereotipos y el estigma, una aproximación al impulso renovado que vienen aportando al panorama político.

REFERENCIAS

– García- Albacete, Gema; Lorente, Javier y Martín, Irene (2013). How does the ‘crisis generation’ relate to politics? Paper to be presented at the XI Congreso español de Ciencia Política y de la Administración. Sevilla, 18-21 September.

– Font, Joan; Navarro, Clemente; Wojcieszak, Magdalena, y Alarcón, Pau. (2012). “Democracia sigilosa” en España. Opiniones y Actitudes 71. Madrid: CIS.

– Sigel, Roberta (1989) Political Learning in Adulthood” . Chicago: University of Chicago Express. Tilly, Charles (1995). Las revoluciones europeas: 1492-1992. Barcelona: Crítica. (1993), European Revolutions: 1492-1995. Oxford: Basil Blackwell.

– Turgeniev, Ivan (2011) Padres e Hijos, Madrid: Akal.

[i] Proyecto Plan Nacional I+D+I (2008-12): La democracia furtiva: entre la participación y la profesionalización. CSO2012-38942, dirigido por Ernesto Ganuza.

[ii] Datos del Eurobarómetro de 2007 y datos de 2015 de la Encuesta Social Europea en Informe INJUVE 2008 e Informe INJUVE 2016.

Imagen de Aurora Petra distribuida bajo licencia Creative Commons

Compartir.

Sobre el Autor

1 comentario

  1. Pingback: ¿Cambian las formas del activismo juvenil tras el 15M?

Dejar una Respuesta