¿Qué será de los activismos juveniles en la Generación Covid?: una década del 15M

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30/12/2021 – Francisco Fernández-Trujillo (UNED)

En este año que se cumplían 10 años del estallido del 15M se han publicado diferentes trabajos que trataban el propio Movimiento de los Indignados, así como las consecuencias que tuvo sobre la movilización. Algunos de estos títulos son Diez años construyendo ciudadanía en movimiento(s): El 15M y otras luchas hermanas, coordinado por Gomer Betancor y Adriana Razquin; El descontento movilizador: cultura y discursos sobre la política en un marco de crisis (2011-2013), editado por María Jesús Funes, Ernesto Ganuza y Patricia García-Espín; Tras la indignación. El 15M: miradas desde el presente de Cristina Monge, José Ángel Bergua, Jaime Minguijón y David Pac Salas; La fuerza de los débiles. El 15M en el laberinto español. Un ensayo sobre la eficacia política de Amador Fernández Savater entre otros y numerosos artículos. Estas publicaciones han analizado cómo este movimiento impactó profundamente en las formas de movilización en España en múltiples aspectos y cómo el activismo incorporó multitud de elementos novedosos en las formas, así como su implicación en términos de ciclo, constituyendo un periodo duradero en el que los activismos aumentaron su presencia como elemento relevante en la vida política, pero que también alteraron sus formas.
Una de las cuestiones tratadas como clave en este proceso es cómo la presencia de la juventud en la movilización y su relación con el activismo ha experimentado transformaciones. La incorporación de nuevas generaciones a la movilización y el activismo político y social en la última década ha llevado cambio de paradigma en la participación política juvenil marcado por lo masivo, especialmente en el momento del 15M y en los años inmediatos.
En esta entrada, abordamos a partir de datos estadísticos algunos de los cambios producidos desde el 2011 con el estallido del 15M hasta las movilizaciones recientes antes de la pandemia. Esto forma parte de una investigación más amplia que se enmarca en el Proyecto de Investigación titulado “Compromisos sociopolíticos y activismos juveniles en una sociedad individualizada. Formas, significados y procesos de transformación”, dirigido por Jorge Benedicto (UNED).
A través de una exploración estadística de fuentes secundarias como son los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (Estudio 3326 CIS del 2021), la European Social Survey (ESS 6 de 2012 y 9 de 2018) y la Encuesta Nacional de Juventud (Encuesta de Juventud de INJUVE de 2012, 2016 y 2020) hemos podido observar los primeros indicios con respecto a los diferentes aspectos de los cambios en el activismo juvenil en la última década y abordar la cuestión de la pandemia de la Covid como un hito que ha supuesto un elemento que haya marcado a la movilización de la juventud.
Esta exploración aborda con datos estadísticos los cambios de tendencia mencionados anteriormente a lo largo de la década. Como veremos, algunos de los cambios observables más relevantes son la adscripción y compromiso sociopolítico a la movilización, a través la asistencia a manifestaciones o la pertenencia a movimientos sociales; el cambio de tendencia en la centralidad de los temas a los que se presta atención; y las formas y vías del activismo, pasando a tener una presencia creciente el uso de las tecnologías.
Con el 15M en 2011, los jóvenes tomaron una gran relevancia en la movilización, especialmente en términos comparativos con periodos anteriores, lo que supuso que estos nuevos activistas pusieran en cuestión las lógicas y formas establecidas a través de sus prácticas. Estas han estado marcadas por lo subjetivo, la utilización masiva de herramientas virtuales a la vez que se mantenían las redes y espacios físicos, la incorporación de estilos novedosos de tomar el espacio público para visibilizar de cara a la población sus demandas (Díez y Laraña 2017) y de posicionar en la agenda temas fundamentales para la juventud en el debate público. Esto pasaba por un aumento de la presencia de temas como la problemática de la vivienda digna, la renovación de los movimientos feministas o abordar la precariedad laboral específicamente para los y las jóvenes y la frustración de expectativas en términos generacionales. De igual manera, este activismo juvenil con más presencia y diversificado ha implicado procesos que van más allá de la propia incorporación de nuevos activistas jóvenes a la movilización como la innovación política, su inclusión en las instituciones políticas, los cambios en los nuevos valores sociales insertos en las nuevas formas de participación o la entrada de la tecnopolítica en la vida política y social.

La fortaleza de las movilizaciones generada a partir del 15M en 2011 perduró en altos niveles hasta el año 2014, que debido a varios posibles motivos como la institucionalización del malestar con el llamado “Asalto Institucional” supondría un descenso en los niveles de movilización. En esta entrada en las instituciones fue fundamental la composición y presencia juvenil de nuevos partidos y candidaturas, marcadas por la incorporación de nuevas formas de comunicación política provenientes de los registros del activismo de los años anteriores.
Sin embargo, la relevancia de las reivindicaciones feministas, rasgo distintivo del 15M, no solo se mantuvo vigente, sino que fue ganando importancia incorporándose a los elementos fundamentales de la política institucional y en su presencia en las calles.
Si bien las percepciones y actitudes dadas durante estallido del 15M estaban marcadas por el descontento con las condiciones socioeconómicas de la crisis de 2008 y por un alto nivel de desconfianza institucional e insatisfacción con la gestión de la crisis (crisis económica y crisis de representación) eran fundamentales para entender, no eran los únicos factores. En este sentido, debemos tener en cuenta que la edad fue uno de los factores determinantes en la apertura del ciclo iniciado con el 15M. El perjuicio de esta situación sobre la juventud fue determinante para llevarles a la indignación y a una mayor insatisfacción con la situación.
Con respecto al tipo de participación política vemos diferencias entre las formas que implican más compromiso (asistir a manifestaciones, participar en actividades ilegales de protesta, la huelga o enviar mensajes sobre temas políticos a través del móvil, redes sociales) y las que podríamos considerar menos comprometidas (boicot, donar dinero, votar o participar en foros de discusión política). En este sentido, entre los jóvenes que dicen haber llevado a cabo acciones más típicamente activistas o que implican más compromiso vemos que hay semejanzas en 2012 y 2019 y que bajan en 2016. Sin embargo, entre las menos comprometidas es mayor la frecuencia las y los jóvenes que dicen haber participado a través de acciones más comunicativas, como la utilización de redes sociales para mensajes políticos o participación en foros de discusión, y la participación electoral.

Durante los años anteriores a la pandemia, movilizaciones como el 8M o las huelgas feministas fueron un ejemplo de cambio en la acción colectiva feminista. En este sentido el empuje de las nuevas generaciones de feministas supuso una expansión de las demandas, discursos, organización y movilización, atravesando así el feminismo otras problemáticas como ocurría en el 15M (Galdón 2018).

Esta nueva generación ha tejido alianzas entre diferentes colectivos con una creciente presencia en el activismo y la movilización como son los colectivos feministas (como hemos visto), los LGTBI (Trujillo, 2016) o los movimientos en contra del cambio climático (Soler-i-Martí et al. 2020). En este sentido, asistimos a una reproblematización de dos temas fundamentales en los Nuevos Movimientos Sociales desde una nueva ola de los feminismos y la preocupación por el clima y el medioambiente.
Sin embargo, con la llegada de la Covid y las medidas sanitarias establecidas en los dos últimos años asistimos a una nueva realidad. Entre otras muchas realidades, la pandemia tabién ha tenido consecuencias sobre el activismo debido a la crisis sanitaria, económica e institucional. En este sentido cabe plantear si es probable la apertura de nuevos escenarios similares, diferentes o improbables de un nuevo ciclo de movilización. Si atendemos a la insatisfacción de los perfiles marcados por factores socioeconómicos, políticos y sus actitudes que fueron determinantes en 2011, como la edad o el posicionamiento político, nos planteamos la posibilidad de apertura de un nuevo proceso de movilización en el marco de la actual crisis.

Atendiendo a los niveles medios de satisfacción sobre 10 puntos diferenciando entre mayores y menores de 30 años y en función del posicionamiento político, encontramos que entre la juventud de izquierdas (quienes más se movilizaron en el 15M) se muestran con mayores grados de insatisfacción especialmente con la democracia y con la situación económica personal, en otras palabras, quienes se muestran más descontento con la situación generada con la actual crisis y que fueron elementos de relevancia en 2011 para el estallido del 15M.

Algunas líneas que podemos extraer de los datos explorados es que la incorporación de la juventud en la última década a la movilización ha sido fundamental, tanto en número de jóvenes que pasan a estar presentes en el activismo, como en su papel en los cambios de las formas. En el sentido de esto último, los activismos digitales se han reforzado, lo que las limitaciones de para eventos sociales que genera la pandemia COVID-19 consolida y hace proclive un activismo que sea llevado a cabo a través de Internet y redes sociales.
También vemos que en la cuestión de los temas que llevan a la movilización, los niveles de insatisfacción que llevan a la movilización están atravesados cada vez en mayor medida por cuestiones que han ido ganando un cada vez mayor peso, como solo el feminismo, las identidades y el cambio climático. Estas últimas no tan presentes en las movilizaciones de 2011 y, sin embargo, siendo junto a las de los movimientos feministas las más importantes en el año antes de la pandemia, con las convocatorias contra la emergencia climática protagonizada por jóvenes.

REFERENCIAS

Benedicto, J. (Dir.). 2017. Informe Juventud en España 2016. Madrid: INJUVE.
Betancor, G. y D. Prieto. 2018. “El 15M y las juventudes: entrada y salida en los espacios activistas e impactos biográficos del activismo”.Pensamiento al Margen, 8: 161-190.
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). 2021. Barómetro 3326. Centro de Investigaciones Sociológicas.
Díez, R. y E. Laraña. 2017. Democracia, dignidad y movimientos sociales. El surgimiento de la cultura cívica y la irrupción de los «indignados» en la vida pública. Madrid: CIS.
European Social Survey (ESS). Oleada 6 y 9. Encuesta Social Europea.
Galdón, C. 2018. “Cosmovisiones feministas en clave generacional. Del movimiento 15M a la Huelga Feminista del 8M”. Encrucijadas: Revista Crítica de Ciencias Sociales, 16: 1-26.
Gutierrez-Barroso, J.; A.J. Báez-García. y E. Torrado Martín-Palomino. 2021. “Political participation of macaronesian youth before the 2020 pandemic: The case of Las Palmas de Gran Canaria”. Youth Voice Journal, vol. 11:1-22.
INJUVE. 2012. Informe de la Juventud de España 2012. Madrid: INJUVE.
INJUVE. 2016. Dataset del Informe de la Juventud de España 2016.
INJUVE. 2020. Dataset del Informe de la Juventud de España 2020.
Péres Diaz, M. T. (Dir.) 2021. Informe Juventud en España 2020. Madrid: INJUVE.
Soler-i-Martí, R, M. Ferrer-Fons y L. Terren. 2020. “The interdependency of online and offline activism: A case study of Fridays For Future-Barcelona in the context of the COVID-19 lockdown”. Hipertext.net, 21: 105-114. DOI: https://doi.org/10.31009/hipertext.net.2020.i21.09
Trujillo, G. 2016. La protesta dentro de la protesta. Activismos queer/cuir y feministas en el 15M, Encrucijadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales, 12, a1202:1-18.

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