¿Qué impacto ha tenido la pandemia en los activismos juveniles? Un análisis exploratorio para el caso español

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30/05/2022 – Gomer Betancor Nuez (UNED)

Desde la irrupción de la pandemia en marzo de 2020, la limitación de aforos y de movilidad restringieron mucho la libre circulación en la calle y, por tanto, la acción de los movimientos sociales (uno de cuyos rasgos definitorios, y más desde el Ciclo 15M, es la ocupación del espacio público). Este corte en el tiempo de la libre circulación se dio de manera especialmente acuciante en España, donde un durísimo estado de alarma decretado por el Gobierno implicó un confinamiento domiciliario de los más largos de la pandemia a nivel global. Por ello, cuando estaba empezando la pandemia y estábamos en la etapa de mayores restricciones, un grupo de académicas y académicos nos preguntamos qué impactos iba a tener la pandemia sobre la acción colectiva.

La investigación de la que parte esta reflexión tiene dos fases diferenciadas. Una primera coordinada por CLACSO y en la que participaron de seis países de América Latina (Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, y México), además de España. Esta consistió en la confección de un cuestionario que fue cumplimentado por colectivos juveniles, o en los que la presencia de jóvenes fuera alta, tipos diferentes: estudiantiles, sindicales, feministas, partidistas, ambientalistas, y socio-comunitarios. Los resultados más destacados de esta investigación internacional, que se pueden ver en el artículo de este blog “Acciones colectivas juveniles durante la pandemia: una visión comparada”, mostraban algunas novedades en este laboratorio social cronotópico que era la pandemia.

Así, sus autoras destacaban que “se producen pequeñas innovaciones o desplazamientos” en las agendas y los repertorios de movilización de las personas jóvenes. También reseñaban el cambio que significaba la pandemia para ciclos de movilización, que taponaba algunos ciclos ascendentes (como el del activismo climático o las movilizaciones feministas en España) y resignificaba otros (como el estallido social chileno). El análisis del material producido durante la primera fase de la investigación confirmó la hipótesis de que la pandemia y las medidas tomadas estaban afectando al activismo juvenil tanto en lo organizativo como en los repertorios de acción y en la agenda temática.

Partimos de la hipótesis que coincide con la que manejaban otros trabajos publicados en la primera etapa de la pandemia: que las medidas tomadas por los gobiernos (confinamientos, restricciones del uso del espacio público, medidas sanitarias…) para contener la pandemia producida por el COVID-19 debían tener efectos claros sobre la acción colectiva, con una innovación de sus formas como respuesta al estrecho marco de actuación de los estados de alarmas y decretos estatales (Bringel y Pleyers, 2020). Nos preguntamos sobre la acción colectiva y los activismos de las personas jóvenes, una edad en la que el activismo se forma y puede llegar a ser fundamental para la construcción del ciudadano/a. Consideramos que el efecto de la pandemia no puede sólo medirse en la disminución, aunque también, de acciones colectivas en el espacio público, sino que también puede tener consecuencias sobre las formas de organización en las que la relación es un elemento fundamental (Martínez, 2018), así como en los temas de reivindicación de los activismos jóvenes.

Para ello, diseñamos una investigación cualitativa en base a entrevistas en profundidad semi-dirigidas. Seleccionamos tres tipos de colectivos: feministas, ambientalistas y socio-comunitarios. La selección respondía al siguiente criterio: las movilizaciones feministas y ambientalistas (ecologistas) habían tenido un auge significativo justo antes de la pandemia (recordemos las huelgas feministas y las manifestaciones del 8-M, así como los Fridays for Future y el activismo climático) en las que las personas jóvenes habían tenido un papel relevante (Galdón, 2018). En la contra parte, los colectivos socio-comunitarios han tenido un papel central durante la pandemia, creando redes de apoyo vecinales y barriales y en los que, de nuevo, las personas jóvenes han desempeñado un rol central.

Tras más de dos años de pandemia, ¿ha habido transformaciones coyunturales o estructurales en los activismos?

Tras el análisis de las entrevistas realizadas, tenemos que ser cautos a la hora de debatir si los impactos de la pandemia en estos activismos han sido coyunturales, o más bien estructurales. Primero, por la propia historicidad de la investigación, cuyo campo se hace entre enero y sigue en marcha en mayo de 2022 (algo más de 2 años del impacto de la pandemia). Segundo, porque nos focalizamos en los activismos en colectivos juveniles, que tienen como uno de los rasgos distintivos estar en una fase de transición a la vida adulta cada vez más incierta en las sociedades actuales.

No obstante, a continuación, detallamos y discutimos algunos impactos a corto-medio plazo que hemos hallado a partir de las más de 15 entrevistas realizadas a colectivos juveniles, diferenciando en ellos los tres tipos de colectivos: colectivos socio-comunitarios; colectivos ecologistas; colectivos feministas. Como se puede ver en la siguiente figura, también diferenciamos tres tipos de impactos: impactos organizacionales; impactos en la agenda temática; impactos en los repertorios de acción.

Tabla I. Tipos de impactos por cada tipo de colectivo

Impactos de la pandemia por tipo de colectivo

La pandemia ha impactado de lleno en los colectivos ecologistas y feministas que estaban en ese ciclo creciente de movilización, porque desactiva todas las acciones colectivas que venían desarrollando. Así, en el caso de los colectivos feministas, la convocatoria del 8M de 2020 fue masiva, aunque con menor convocatoria que años anteriores, y con una gran criminalización por parte de muchos medios de comunicación y partidos de derechas que lo planteaban como alto foco de contagio (mensaje lanzado por grupos de ultraderecha como Vox, que paralelamente contraprogramaba el 8M de 2020 con un mitin en Vistalegre que llenaba el reciento, sin medida alguna de seguridad).

El confinamiento supuso un largo periplo durante varios meses de replantear de forma online todas las reuniones, al igual que para el activismo ecologista. Asimismo, para el tipo de activismo feminista que requiere de muchas reuniones y asambleas y el planteamiento de acciones presenciales, la pandemia supuso un parón de algunas actividades. Y el sufrimiento asociado la cotidianidad de la pandemia, con el sesgo de género que implica (intensificación de cuidados, tareas domésticas, dificultad de conciliar etc.), ha facilitado la incorporación de la salud mental como un nuevo eje estratégico necesario, según nos relatan varias activistas.

En el caso del activismo climático, la pandemia supuso una interrupción de muchas acciones colectivas en la calle. Muchas de estas acciones suponían una gran repercusión mediática y la entrada en la agenda de nuevos temas en la agenda, como la justicia climática, con una gran espectacularización de algunas acciones mediante la desobediencia civil pacífica (cortes del tráfico, boicot de cumbres internacionales etc.), pero la llegada del confinamiento y las restricciones siguientes a la circulación en la vía pública desactivaron durante casi un año las acciones desobedientes en la calle y paró un ritmo intenso de actividades de denuncia pública. Como señala una informante,

“con la pandemia se ha hecho mucho más palpable, y sobre todo en temas, por ejemplo, de desobediencia civil, que también es una manera de hacer acciones disruptivas y que suenen mucho sin la necesidad de tener que aglomerar mucha gente. Yo creo que se ha notado mucho” (Fridays for Future).

En lo organizacional, supuso la reconfiguración organizativa en dos aspectos: por un lado, fue un parón en las carreras activistas, que bajaron la intensidad organizativa de colectivos; por otro lado, supuso el fortalecimiento del funcionamiento en red del Movimiento Ecologista, al necesitar mejor organización y logística en las acciones de denuncia en las acciones en la calle (entrevistas a informantes ecologistas). Esta pauta es comentada también por los colectivos socio-comunitarios, ya que las necesidades de ayuda detectadas en el confinamiento implicaron un aumento de facto de las alianzas entre movimientos sociales, ONGs y organizaciones estatales (Nel·lo, et al., 2022).

En lo referente a los colectivos socio-territoriales, los impactos se refieren más a la intensificación de una actividad cotidiana, antes poco visible. Y en la mayoría de los casos a reorientar las actividades de solidaridad y apoyo mutuo a lo inmediato, sobre todo en la primera fase: redes comunitarias de apoyo a vecinos y ancianos para tener alimentos, para hacer compras o para ir a centros sanitarios; alianzas con entidades del Tercer Sector y administraciones para desarrollar ayuda básica a vecinos, como bancos de alimentos. Esto implicó la realización de actividades novedosas, como fue las redes de recados a vecinas necesitadas, para lo cual fue importante el trabajo en red de diferentes organizaciones y colectivos que antes funcionaban fragmentariamente.

Ha sido igualmente importante las redes de apoyo mutuo en barrios y localidades, algunas de las cuales surgieron gracias al apoyo del movimiento vecinal (asaciones de vecinos/as), o eran redes recuperadas de las iniciativas de la crisis de hace una década, como las referentes a los bancos de alimentos (Tangente, 2022). Asimismo, ha sido importante la incorporación de la represión institucional y policial como eje de denuncia, ya que en las primeras fases de la pandemia hubieron muchos abusos policiales a través de denuncias arbitrarias a viandantes, ciudadanos/as y activistas, como ha expuesto Emilio Silvestre en una entrada anterior de este blog.

Otras de las cuestiones más visible y que además sirve para todo tipo de activismo, como señala en su análisis de datos en este blog Francisco Fernández-Trujillo, es que “los activismos digitales se han reforzado, lo que las limitaciones de para eventos sociales que genera la pandemia COVID-19 consolida y hace proclive un activismo que sea llevado a cabo a través de Internet y redes sociales”. Y en esta dimensión la brecha que nos encontramos es generacional, ya que en varias entrevistas los y las jóvenes nos relataban lo complicado que era la comunicación online con colectivos y organizaciones en los que personas de avanzada edad tenían mucha presencia.

¿Impactos coyunturales, o estructurales?

Nuestra pregunta de investigación se cuestionaba sobre los impactos a medio plazo que ha tenido la pandemia en los activismos juveniles (en sus demandas, en sus formas organizativas y en sus repertorios de acción). En este sentido, las conclusiones que presentamos son abiertas, pues hace falta un estudio longitudinal dentro de unos años para ver los impactos a largo plazo.

Pero algunos impactos pueden valorarse como estructurales, a raíz de lo vivido por los colectivos entrevistados. Como se puede ver en la figura siguiente, destaca en primer lugar el impacto que tiene una gran crisis en los movimientos sociales cuando están en ciclos álgidos de movilización, ya que se ha observado que el confinamiento total desactivó a muchas personas en el activismo y cortó temporalmente los ciclos del activismo climático y del movimiento feminista (Martínez y González, 2021). En esto influye de forma decidida en la constricción de la disponibilidad biográfica, entendida como la ausencia de restricciones personales que pueden aumentar los costes y los riesgos de la participación en el movimiento (McAdam, 1988). Y también en la suspensión o interrupción de carreas militantes (Agrikoliansky, 2017), que en el caso de activismos juveniles es más volátil y que ha coadyuvado a la desactivación en los momentos más duros, como nos señalan algunas informantes. Este fenómeno de suspensión temporal de las carreras militantes es especialmente crucial en las personas jóvenes, pues se encuentran en un estadio vital de socialización política y cuyos efectos están por ver. En este sentido, algunos colectivos de estudiantes nos relatan el efecto de corte de la memoria de lucha militante en el activismo estudiantil que ha supuesto dos cursos seguidos de restricciones en la movilidad y las condiciones de socialización juvenil.

Figura I. Impactos de la pandemia en el activismo, a partir del eje cambios coyunturales-cambios estructurales

Los impactos estructurales más inmediatos, a primera vista, tienen relación directa con la salud mental de los activistas y se refieren también a cómo afrontar la represión, a la necesidad de cuidados grupales y de introducir la salud mental como eje transversal en los colectivos (entrevistas a colectivos feministas y ecologistas). Esto anticipa un cambio interno que se venían sedimentando en los movimientos sociales en los últimos años, algunos de los cuáles ya habían transversalizado la praxis feminista de los cuidados, que se complejiza con la necesidad de hablar de la salud mental.

También supone el aumento de la represión y, sobre todo, la burorepresión a los activistas, entendida como “forma de represión basada en las sanciones administrativas indiscriminadas a personas por ejercer sus derechos fundamentales”, cuyo ejemplo ilustrativo es la gran cantidad de multas como desincentivo de la participación en actividades en la calle durante el período de restricciones. Están por ver sus efectos a medio-largo plazo, pero las miles de multas sin fundamento legal a viandantes en la pandemia, denunciadas por organizaciones de derechos humanos y derecho a la protesta, no presagian precisamente un escenario óptimo para las libertades civiles. Un informante señala, al hilo de la represión creciente en las manifestaciones en el post-confinamiento, que

“por toda la represión que se ha vivido en las manifestaciones, al final, entiendo que de miedo. Que de miedo ir a manifestaciones pues te estás jugando multas y golpes. Y, por otro lado, porque el discurso [criminalizador]de alguna forma u otra, pues cala” (Colectivo Karraka).

Pasados dos años de la irrupción de la pandemia, estos cambios prefiguran unas condiciones nuevas para los movimientos sociales en España. Y lo hace en un contexto de cierto impasse movilizador, pero con una posible recesión económica duradera a la vuelta de la esquina y la anunciada vuelta de la ortodoxia neoliberal por parte de la Comisión Europea (las consabidas recetas de recortes sociales y ajuste estructural, que tanto dolor generó hace algo más de una década), después de la performance keynesiana de gasto público obligada por la pandemia. La bajada en el volumen de la movilización propia de la pandemia, además de estos efectos generados, también han creado el caldo de cultivo necesario para lo que Antonio Melucci (1989) denomina como el estado latente de las redes sumergidas de los movimientos sociales, que son esos momentos en los que las redes activistas replantean estratégicamente los conflictos sociales y las ideas nuevas que quieren introducir en la sociedad. Solo pasado unos años podremos ver los efectos duraderos que ha tenido la pandemia en los procesos de movilización, y comprobar así si estos nuevos ejes de lucha anunciados han venido para quedarse en la agenda activista (Martínez, 2018).

Bibliografía

Agrikoliansky, É., (2017). Las «carreras militantes»: Portée et limites d’un concept narratif. En O. Fillieule, (Ed), Sociologie plurielle des comportements politiques. Paris: Presses de Sciences Po.

Bringel, B., y Pleyers, G. (Eds.) (2020). Alerta global. Políticas, movimientos sociales y futuros en disputa en tiempos de pandemia. Buenos Aires y Lima: CLACSO y ALAS.

Galdón, C. (2018). Cosmovisiones feministas en clave generacional. Del movimiento 15M a la Huelga Feminista del 8M. Encrucijadas. Revista crítica de Ciencias Sociales, 16.

Martínez, M. (2018). Reiteraciones relacionales y activaciones emocionales: hacia una radicalización de la procesualidad de las identidades colectivas. Athenea Digital, 18(1), 293-317.

Martínez, M. y González, R. (2021). Acción colectiva durante la crisis pandémica en España (2020-2021) (en línea) www.fundacionbetiko.org       

Melucci, A. (1989). Nomads of the Present: Social Movements and Individual Needs in Contemporary Society. California: Hutchinson Radius.

McAdam, D. (1988). Freedom Summer. New York: Oxford University Press.

Nel·lo, O., Blanco, I., Gomá. R. (Eds.) (2022). El apoyo mutuo en tiempos de crisis. La solidaridad ciudadana durante la pandemia Covid-19. Buenos Aires: CLACSO.

Tangente (2022). Solidaridades de proximidad. Ayuda mutua y cuidados frente a la Covid-19. Informe de investigación.

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