25/11/2024 – Francisco Fernández-Trujillo Moares (UNED)
En ocasiones lo invisible se hace visible. Una pregunta cotidiana, como la que titula esta entrada, a veces invita a reflexionar sobre cuestiones con profundas implicaciones sociales y económicas. Así ocurría en una conversación casual sobre las movilidades urbanas y la proliferación de medios de transporte como los patinetes eléctricos que ponen en alquiler por minutos empresas como Lime, Dott y Tier Mobiliy. La primera vez que conocí de este fenómeno me encontraba en Francia, todavía no estaba extendido el uso de los patinetes eléctricos de alquiler en ciudades como Madrid y Barcelona. Recuerdo que paseando a última hora de la tarde me sorprendió el ruido de una furgoneta pasar a mi lado a toda velocidad. Unos metros más adelante frenó en seco y rápidamente se bajaron el conductor y el copiloto junto a una decena de patinetes eléctricos. Rápidamente cogieron algunos de ellos y los metieron en la furgoneta. Lejos de ser ladrones de patinetes, dejaron otros cuantos en su lugar. Tan rápido como llegaron se fueron. Inmediatamente busqué en mi móvil qué había podido pasar. La furgoneta no tenía distintivos corporativos, lo que me llamó la atención, pues estas start up se caracterizan por utilizar cualquier mínimo espacio como una superficie en la que publicitarse, presentando su logo y los colores identificativos de la empresa. Como es ya previsible, estas personas se encargaban de cargar los patinetes eléctricos de uso compartido. Iban por la ciudad recogiendo patinetes descargados para cargarlos en su casa y devolverlos a los puntos que más convenientes resultaban a la empresa, según la demanda.
¿Quiénes eran estas personas que trabajaban moviendo y cargando patinetes? ¿Qué vínculo tenían con la empresa? ¿Qué ingresos les generaba? ¿Hacían alguna otra cosa durante el día con aquella furgoneta destartalada? Analía Plaza daba cuenta de este fenómeno en 2018, que es un foco para la proliferación del trabajo informal, y contaba quién lleva a cabo esta actividad. Este tipo de actividades laborales suelen ser invisibles, nocturnas, pasajeras, y, a veces, ocultas a plena vista: el escenario perfecto para el trabajo informal.
Si bien es difícil ofrecer datos veraces sobre una actividad que se caracteriza, precisamente, por está oculta de cara a las instituciones, algunos datos dan cuenta de la envergadura del problema. En España se estimaba en 2022 que la economía sumergida se situaba en el 15,8% del PIB. Esto se considera un porcentaje moderado en comparación con el resto de Europa, que se sitúa en una media del 17% aproximadamente. La OCDE señaló en enero de 2024 que el empleo informal representa el 60% de la mano de obra mundial, más aún países en vías de desarrollo en los que el empleo informal se estima que puede alcanzar el 90% del mercado de trabajo, lo que equivale a unos 2.000 millones de trabajadoras y trabajadores.
Sin embargo, parece claro que son determinados sectores donde tradicionalmente hay mayor presencia de estas formas de economía informal, como son la construcción, el trabajo agrícola o la hostelería, pero también otras como las actividades de reparación y arreglos, el cuidado doméstico, la movilidad y la logística. Estos sectores están fuertemente marcados por la exclusión de los sistemas de protección social y la precarización, estando especialmente nutridos por las personas más vulnerables ante el mercado de trabajo.
Nuevas formas de trabajo informal
Algunos de los sectores a los que se ha asociado en las últimas décadas el empleo informal son precisamente aquellos donde la economía de plataforma ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años, como son: trabajo doméstico, movilidad o logística. Las plataformas digitales permiten la intermediación de actividades y de servicios, lo que permite a estas empresas proveer de conexión directa entre usuarios y proveedores a través de su tecnología para organizar y gestionar estos servicios de manera flexible y bajo demanda. Es decir, que la provisión de estos servicios no queda a cargo de la empresa de plataforma, sino de terceros, habitualmente llamados eufemísticamente colaboradores o partners. Estas colaboraciones han supuesto que los vínculos y relaciones laborales se hayan visto frecuentemente difuminados, dando lugar no solo a la creación de empleo informal directo, sino a la subcontratación en condiciones de irregularidad.
Este proceso de plataformización del trabajo viene profundizándose y reproduciéndose en nuevos sectores, más allá de algunas experiencias ampliamente conocidas y cada vez más reguladas como pueden ser el sector del delivery (Glovo, Uber Eats o Just Eat), el transporte de pasajeros (Uber, Cabify y Bolt) o las microtareas (TaskRabbit, Freelancer y Fiverr). Resulta relevante en un espacio como este dar cuenta de algunas nuevas tendencias en la plataformización del trabajo que están suponiendo la proliferación de formas de trabajo informal, del mismo modo que ocurría y sigue ocurriendo en el sector del delivery con el fenómeno de las cuentas alquiladas (Fernández-Trujillo, 2024).
Hay que destacar que para las personas migrantes el trabajo informal se constituye como la única alternativa de ingreso, inevitable ante la imposibilidad de acceso al mercado laboral formal y regulado (González y Ortega, 201; Bernhardt et. al, 2013). Asimismo, las mujeres, significativamente presentes en el trabajo del sector de cuidados y el trabajo doméstico, encuentran en este sector la sombra de la informalidad, que refuerza la invisibilidad del sector (Díaz Gorfinkiel & Martínez-Buján, 2018) o la falta de atención a sus enfermedades profesionales[1].
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Carga de patinetes eléctricos
Las empresas de alquiler de patinetes eléctricos, a través de aplicaciones móviles ofrecen servicios de movilidad urbana. Como se anticipaba, utilizan aplicaciones similares a las utilizadas para alquilar los patinetes para asignar el trabajo a personas que se encargan de recoger, cargar y redistribuir los patinetes por un precio establecido. Estas trabajadoras y trabajadores buscan y localizan los patinetes con la aplicación por toda la ciudad, transportándolos a sus hogares, locales o puntos de carga, donde los cargan durante las horas necesarias y los devuelven a las zonas designadas, ahí donde la empresa lo establece según las estimaciones de demanda.
Habitualmente esta actividad se vale de contratos de colaboración. Quienes establecen el acuerdo con las empresas de movilidad no cuentan con los beneficios laborales mínimos o unos ingresos garantizado, ya que trabajan por tareas. En otras palabras, ganan tanto como patinetes son cargados y reubicados. Asimismo, los gastos corren a cuenta de estas personas, no de la empresa, lo que pone en cuestión la retórica de la inversión y el riesgo del emprendimiento.
Reparto de mensajería y paquetería
Algunas empresas mensajería y paquetería han readaptado a las nuevas realidades y tendencias de la precariedad. Las limitaciones de acceso a vehículos a los centros urbanos y el aumento del comercio digital han hecho que estas empresas hayan renovado su modelo por la vía de la subcontratación a trabajadoras y trabajadores por cuenta propia.
Una práctica es la venta de códigos postales o zonas. Las empresas dividen sus zonas de distribución y venden la zona en la que se trabaja, asignando un precio por paquete entregado (en torno a un euro). Estas personas dadas de alta como trabajadoras por cuenta propia usan su propio vehículo para llevar a cabo la última fase de la cadena logística, lo que habitualmente se llama la última milla.
Es necesario destacar que esta es una tarea que difícilmente puede ser llevada a cabo por una sola persona, dada la necesidad de no interrumpir el tráfico y tener que entregar un gran número paquetes a gran velocidad. Esto ha llevado a que en muchos casos se cuente con trabajadoras y trabajadores irregulares para acompañar en esta tarea. Este es un nicho de empleo y una vía para el acceso a ingresos para quienes no tienen permiso de trabajo. Esto implica la pérdida de derechos laborales y, por supuesto, la reiterada inestabilidad de ingresos propia del trabajo de plataforma y de la informalidad laboral.
Limpieza de casas y apartamentos turísticos
En los últimos años, las plataformas de alojamiento turístico han sido foco de atención y crítica. Pero no solo han supuesto un impacto relevante en la reconfiguración de los espacios urbanos expulsando a inquilinas e inquilinos o impactando directamente en el precio de la vivienda, sino que ha traído consigo la proliferación de una gran cantidad de trabajo informal. La garantía ofrecida por estas plataformas de limpieza y buen estado del espacio implica una carga de trabajo constante en la preparación de los pisos. Este cuidado del espacio no depende de plataformas digitales, como Airbnb o Booking, sino de la propiedad del piso. Habitualmente quienes son propietarios de estos pisos no preparan y limpian el espacio, especialmente en el caso de las empresas que acumulan una gran cantidad de alojamientos turísticos, sino que subcontratan a empresas o personas para que lo hagan. En los últimos años, se ha detectado que este es otro gran escenario para la proliferación de la informalidad. Dada la necesidad de llevar a cabo estos servicios bajo demanda y la invisibilización de la actividad del trabajo doméstico. Así, se ha generado un mercado de trabajo subterráneo en plataformas y webs como Wallapop o MilAnuncios, en las que trabajadoras (principalmente mujeres migrantes) ofrecen este servicio específico y dando cuenta de su experiencia en la preparación y limpieza de alojamientos turísticos.
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Nuevas formas de precariedad, viejos efectos de la informalidad
Esta expansión de formas irregulares e informales de trabajo responde a la tendencia hacia flexibilización y desregulación, donde las empresas buscan reducir costes y responsabilidades mediante el empleo de mano de obra desprotegida y sin acceso a los derechos laborales más elementales (Kalleberg, 2011). Esta situación de desprotección permite a las empresas adaptarse rápidamente a las fluctuaciones del mercado, al tiempo que carga sobre los trabajadores el coste de dicha flexibilidad. A pesar de la Ley Rider, que pretendía regular el trabajo en las plataformas digitales en general, no solo en el delivery, en estos sectores se elude la legislación o las plataformas se resisten a la contratación, siguiendo funcionando bajo el modelo de autónomos, falsos autónomos y el trabajo irregular. La entrada en vigor de la ley ha tenido diferentes consecuencias (Fernández-Trujillo, 2024), y aunque ha supuesto la reorganización de las plataformas que operaban en el mercado del reparto de comida y mensajería en España, los trabajadores contratados por las empresas de plataforma siguen trabajando bajo la organización bajo la gestión algorítmica, además de perpetuarse la presencia de las cuentas alquiladas y mantener a buena parte de sus colaboradores bajo el régimen de trabajo por cuenta propia.
El capitalismo de plataforma ha conformado nuevas realidades laborales precarias que escapaban en muchas ocasiones de las capacidades y coberturas que podían ofrecer los sindicatos convencionales en España (Fernández-Trujillo y López Calle, 2024), inmersos en una crisis generalizada de las formas sindicales tradicionales, no solo en el país sino en todo el mundo (Heery, 2009). La expansión del trabajo informal debilita la capacidad de organización y de acción colectiva de los trabajadores (Standing, 2011). Al no estar sujetos a un mismo empleador ni contar con condiciones laborales estables, la organización sindical es difícil y en ocasiones incluso poco efectiva, dada la constante renovación de quienes ocupan este sector.
La invisibilización del trabajo irregular e informal, como es el caso de los cargadores de patinetes, refleja un problema estructural en el mercado laboral actual alimentado por la plataformización. Esta falta de reconocimiento dificulta tanto la creación de marcos legales adecuados como la acción sindical efectiva, dejando a estos trabajadores en una situación de vulnerabilidad extrema. Sin visibilidad, no es posible articular soluciones laborales que garanticen derechos y dignidad en el ámbito del trabajo. Es urgente abrir un debate público y político que aborde estas formas de precariedad, reconociendo a quienes sostienen, desde las sombras, las nuevas economías urbanas y tecnológicas, para construir respuestas.
BILIOGRAFÍA
Bernhardt, A., Spiller, M. W., & Polson, D. (2013). All Work and No Pay: Violations of Employment and Labor Laws in Chicago, Los Angeles and New York City. Social Forces, 91(3), 725-746.
Díaz Gorfinkiel, M., & Martínez-Buján, R. (2018). Mujeres migrantes y trabajos de cuidados: transformaciones del sector doméstico en España. Panorama Social, (27), 105-118. Recuperado de https://www.funcas.es/wp-content/uploads/Migracion/Articulos/FUNCAS_PS/027art08.pdf
Fernández-Trujillo Moares, F. J. (2024). Conflictividad laboral en el capitalismo de plataforma: retos y oportunidades para sindicalismo en España. Anuario Del Conflicto Social, (15), e–45266. https://doi.org/10.1344/ACS2024.15.1
Fernández-Trujillo, F. y López Calle, P. (2024) RIDERS, la movilización de un nuevo sujeto laboral al final de la cadena logística. En Romero-Delgado, M.; Castillo, A.E.; y Betancor, G. (Eds.) Movimientos sociales en transformación. Protesta y movilización social en España (2000-2022) (pp. 241-262). FES-Marcial Pons
González, L., & Ortega, F. (2011). How Do Very Open Economies Adjust to Large Immigration Flows? Evidence from Spanish Regions. Labour Economics, 18(1), 57-70. Este estudio investiga cómo las economías abiertas, como la española, se ajustan a grandes flujos migratorios, destacando la prevalencia del empleo informal entre los migrantes.
Heery, E. (2009). The Representation Gap and the Future of Worker Representation. Industrial Relations Journal, 40(4), 324-336.
Kalleberg, A. L. (2011). Good Jobs, Bad Jobs: The Rise of Polarized and Precarious Employment Systems in the United States, 1970s to 2000s. Russell Sage Foundation.
Standing, G. (2011). The Precariat: The New Dangerous Class. Bloomsbury Academic.
[1] En 2022, el Congreso de los Diputados ratificaba el Convenio 189 sobre trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos. El conflicto en el sector, sin embargo, tiene continuidad y un largo recorrido hasta la implantación de una legislación que asegure el bienestar de las trabajadoras del sector. El próximo día 30 de noviembre tiene lugar este encuentro resultado de las alianzas entre los distintos colectivos de trabajadoras de hogar y cuidados, en el que abordarán la necesidad de reconocer las enfermedades profesionales y la salud laboral en los sectores vinculados a los cuidados: https://www.museoreinasofia.es/actividades/nosotras-movemos-mundo