La voz y la participación de las mujeres jóvenes

0

26/10/2020 – Marisa Revilla (UCM)

Una vez más en esta década que ya acaba, el pasado 11 de octubre se celebró el Día Internacional de la Niña de Naciones Unidas, en esta ocasión bajo el lema My voice, our equal future, poniendo uno de los focos en el liderazgo de una generación de activistas para generar el cambio social. El lema resuena, en el marco del proceso Beijing+25, con la campaña de Naciones Unidas Generation Equality: Realizing Women’s rights for an equal future.

La organización Plan International ha presentado este mismo año el informe Setting the Agenda: The Girls’ Platform for Action en el que publica los resultados de una consulta realizada durante el primer semestre de 2020 a 350 chicas con una edad entre 14 y 19 años en 12 países (Bolivia, Colombia, República Dominicana, El Salvador, Ecuador, Kenia, Liberia, Nepal, Paraguay, Filipinas, Sierra Leona y Uganda), a lo que se suma la participación de otras 797 adolescentes a través de plataformas online. En él y sobre el tema que nos ocupa, se muestra que las adolescentes ya están implicándose y liderando procesos hacia una mayor igualdad de género en sus comunidades. También que, en muchas ocasiones, sufren burlas, reciben desánimo e, incluso, abusos físicos por su participación. Además, también aquí, la situación generada por la COVID-19 afecta negativamente a sus capacidades de organización debido a las restricciones de movimiento y dificultades de acceso a internet, lo que resulta en una limitación de posibilidades para acceder a centros de toma de decisiones (página 5 del citado informe).

La imagen de un grupo amplio de mujeres jóvenes y adolescentes con nociones tan claras acerca de su propia implicación en el avance de la igualdad de género en sus comunidades contrasta con la invisibilidad social y la apatía política con la que habitualmente caracterizamos (estereotipadamente) a estos colectivos. Invisibles y apáticas como jóvenes. Invisibles y con poco interés por la participación como mujeres. Solo visibles cuando el foco dirige su luz directamente hacia ellas. Y ni siquiera en esas ocasiones conseguimos que el foco no arroje sombras.

Por todo ello, considero que la ocasión es excelente para mejorar nuestras (cortas) agendas de investigación sobre la participación de las mujeres jóvenes. Sobre ello, tenemos que constatar tres hechos:

1) es un tema poco estudiado y del que sabemos poco;

2) cuando se aborda, suele ser en relación con el activismo feminista;

3) esto suele concluir señalando una cierta transición de un feminismo tradicional a algo, en lo que se refiere a las mujeres jóvenes, “más difuso y menos organizado” (Harris 2008: 1).

Como punto de partida, constatamos el problema bastante común de los estudios teóricos de la participación política, de los movimientos sociales o del activismo que, amparándose en la utilización de conceptos como ciudadanía, organizaciones, participantes, activistas o representantes, no abordan la existencia de situaciones distintas para hombres y para mujeres. Por ello, y porque sabemos que lo que no nombra la diferencia favorece la invisibilidad de las mujeres, básicamente, estos estudios se refieren a la participación de los hombres, casi siempre, adultos. Por otro lado, cuando se hacen estudios sobre participación de la “juventud”, rara vez se atiende de modo separado a las circunstancias y características de las mujeres jóvenes (Aapola et al 2005: 188).

En los estudios de caso, cuando se realizan análisis cuantitativos, al igual que en el estudio de otros fenómenos, empieza a ser imperativo incluir la variable “sexo” y se analiza la participación política, el activismo o la implicación en acciones colectivas atendiendo a su realización por parte de hombres o de mujeres. La conclusión en estos casos, invariablemente, y casi independientemente de dónde se hagan, es que las mujeres participan menos.

El problema que suele ocurrir es que, habitualmente, aplicamos al análisis de la participación de las mujeres los esquemas teóricos, las hipótesis y los modos de participación que se derivan del análisis de la participación de los hombres. De hecho, cabe esperar que la división sexual del trabajo y el funcionamiento de los estereotipos de género funcionen también en la esfera de la participación social, política y/o ciudadana y que, ser “mujer joven” u “hombre joven” establezca diferencias respecto de dónde podemos encontrar los mayores focos de participación e implicación (con mayor implicación de las mujeres en actividades comunitarias, en organizaciones de base y organizaciones de voluntariado). Un problema distinto es que el sesgo sexista se encuentre en nuestra propia interpretación de qué es político o de qué contribuye más a la política.

En los estudios que se han hecho enfocando específicamente en la participación de las mujeres jóvenes aparecen algunos elementos muy relevantes para seguir avanzando en esa agenda de investigación. El primero es la notable importancia que adquiere el uso de las tecnologías en la construcción de nuevas formas de compromiso político ligadas a la construcción de espacios propios (Brooks, 2008). En términos generales, para las generaciones más jóvenes, quienes tienen menos acceso a recursos y también a medios, internet (las aplicaciones, foros, plataformas, etc. que cobija) ha resultado ser una herramienta muy útil en la organización de modos de resistencia y protesta global (Aapola et al., 2005: 187).

La creación de comunidades online, el uso de redes sociales, la publicación de blogs personales y colectivos se constituyen en modos de comunicarse con otras y de discutir temas que pueden resultar sensibles, personales, íntimos pero que resultan clave para poner en cuestión las representaciones dominantes sobre las mujeres jóvenes. Estos espacios virtuales se constituyen, en palabras de Anita Harris, una de las autoras que más ha trabajado sobre la participación de las mujeres jóvenes, en “espacios fronterizos” que permiten simultáneamente la presencia y la ausencia; que combinan el deseo de organizarse junto a otras con la necesidad de evitar la vigilancia y la apropiación de su cultura y de su planteamiento político; que, en definitiva, les otorga la capacidad de decidir qué parte de su identidad quieren desvelar (Harris, 2003).

Estas ventajas que destacan en la organización de estos espacios de activismo online de las mujeres jóvenes y que podríamos resumir en torno a la idea de creación de espacios seguros para las chicas, presenta dos problemas añadidos. El primero, y más grave en sus consecuencias, es que ya no se constituye como un espacio seguro. El informe (In)seguras Online presentado con ocasión del Día Internacional de las Niñas, también por Plan International, revela que:

“Las niñas son objeto de acoso online por el simple hecho de ser jóvenes y mujeres, y los ataques son más graves si ellas expresan sus opiniones políticas, tienen discapacidad, son racializadas o se identifican con el colectivo LGTBIQ+. El acoso incluye desde el menosprecio por las opiniones expresadas hasta las amenazas violentas, así como el envío de imágenes pornográficas no deseadas. Al igual que el acoso callejero, es violento, suele provocar daños psicológicos y también desembocar en daños físicos reales…

… Sus voces, los problemas que les afectan, corren peligro de ser silenciados por el acoso; su activismo puede ser obstaculizado, y su confianza, dañada por la intimidación y humillación. Nada de esto se reconoce ni tampoco se responsabiliza a las empresas de redes sociales ni a quienes comenten los abusos”. (página 9).

En segundo lugar, el activismo online genera una cierta invisibilidad pública como generación y, también, una cierta invisibilidad dentro de los feminismos en relación a la generación de un espacio distinto de debate, encuentro y movilización del que utilizan las feministas de generaciones más mayores, lo que puede afectar a la comunicación inter-generacional (Schuster, 2013).

Para ampliar la agenda de investigación, podemos establecer que el problema está en que definimos teóricamente lo que es político y lo que es participación y, después, se lo aplicamos a las mujeres (jóvenes) para ver dónde se encuentran. Así, dejamos de observar todo lo que se está fuera de la lupa teórica con la que miramos. La propuesta, en términos de investigación, es que miremos, analicemos qué están haciendo, qué mueve a las “mujeres jóvenes”, entendidas como un sujeto plural (sobre qué temas, en qué ámbitos, con qué herramientas y medios, qué significados atribuyen, con quién se unen, etc.) y después, avancemos en la reflexión sobre lo que puede resultar político de esas prácticas.

Referencias:

Aapola, Sinikka; Gonick, Marnina & Harris, Anita (2005): Young Femininity. Girlhood, Power and Social Change. New York: Palgrave MacMillan.

Brooks, Rachel (2008): “Young People and Political Participation: An Analysis of European Union Policies”. Sociological Research Online, Volume 14, Issue 1. https://socresonline.org.uk/14/1/7.html

Harris, Anita (2003): Future Girl: Young Women in the Twenty-First Century, Taylor & Francis Group.

Harris, Anita (2008): “Introduction: Youth Cultures and Feminist Politics”, en Harris, A. (ed.): Next Wave Cultures. Feminism, Subcultures, Activism. New York: Routledge.

Schuster, Julia (2013): “Invisible feminists? Social media and young women’s political participation”. Political Science 65(1) 8–24.

Compartir.

Sobre el Autor

Dejar una Respuesta