Seguridad, política y sociedad

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23/09/2019 – Laura Fernández de Mosteyrín (UDIMA) y Marisa Revilla (UCM)

Durante el curso académico 2018-19, en el GESP hemos desarrollado un nuevo método de trabajo, un seminario temático impulsado por el interés común en profundizar en un tema sobre la base de lecturas organizadas y sesiones de debate en el grupo. En esta ocasión, el tema elegido fue el de seguridad, política y sociedad y el foco del análisis estuvo guiado por tres cuestiones principales: el concepto de seguridad, sus políticas y sus dinámicas sociales.

Para el desarrollo de las sesiones establecimos cuatro ejes principales de análisis, derivados de los puntos de intersección del tema propuesto con nuestras diversas áreas de especialización, todas englobadas en una visión multidisciplinar desde la sociología política. Para empezar, inevitablemente, analizamos los conceptos de seguridad, revisando las diversas aristas de un concepto poliédrico, su evolución conceptual en el tiempo y en las políticas. A continuación, nos centramos en la revisión de materiales que ahondan en los discursos y las prácticas de la seguridad (seguridad ¿de quién y para quién? ¿quiénes la producen?), lo que nos dirigió hacia un eje fundamental en nuestra perspectiva de sociología política, situando el foco en la ciudadanía y los modelos de ciudadanía derivados de las políticas de seguridad aplicadas y de las resistencias que generan. Por último, delimitamos el área de las resistencias, esto es, de los discursos y de las prácticas contrahegemónicas.

A continuación, presentamos las ideas nucleares de cada uno de estos ejes. El concepto de seguridad presenta dos características: es polisémico y se localiza en un amplio espectro de lugares sociales (Stampnitzky, 2013). Acotando la polisemia a dos núcleos, obtenemos una definición negativa de seguridad, como ausencia de amenaza (“libre de”) opuesta a una definición positiva de seguridad (“libre para”), como habilitadora, la que permite que algo sea posible (McSweeny, 1999). La transición histórica y política del concepto ha derivado hacia la preeminencia de la definición negativa de seguridad, asociada al concepto de vulnerabilidad. Siguiendo con McSweeny, este tránsito culmina en el contexto de la Guerra Fría, cuando la noción de seguridad se aleja del carefree y de las personas, para pertenecer exclusivamente al Estado, siendo las personas sus instrumentos y, potencialmente, sus enemigos. Así, resulta pertinente la pregunta de Neocleus (2008) sobre la posibilidad de que, en el corazón de la lógica de la seguridad, subyazga no una visión de libertad y emancipación sino un medio para modelar toda la sociedad humana alrededor de una visión particular del orden. Si la seguridad no será solamente un agujero negro semántico y semiótico que permite a la autoridad inscribirse profundamente en la experiencia humana. En este sentido, para este autor, la seguridad es una forma de gobernar, una tecnología política a través de la que los individuos, los grupos, las clases y el capital moderno es reordenado y reconfigurado.

Si la seguridad es un discurso que se inscribe en instituciones y prácticas atravesadas de poder, desentrañar estos discursos es un ejercicio esencial al análisis del poder. La investigación reciente viene trabajando sobre discursos oficiales, enfoques mediáticos y narrativas públicas de la seguridad. Algunos de estos temas se encuentran normalizados a nivel europeo y occidental; otros cobran formas específicas y singulares en cada país. Entre los primeros están, por un lado, el discurso criminalizador de las migraciones, los desplazamientos y el refugio y, de manera vinculada, aquellos que sostienen una visión militarizada del control de la fronteras, especialmente en la UE (Guillaume y Huysmans, 2013). También las visiones hegemónicas del contraterrorismo que, aunque existen especificidades según el caso, presentan consensos esenciales en torno al problema y a la solución (Kundnani and Hynes, 2018). Finalmente, y desde hace más de dos décadas, el marco de la ‘seguridad nacional’ viene asentándose en buena parte de los países occidentales a partir del paradigma norteamericano. Este marco parece evolucionar en combinación con el avance neoliberal y presenta diferencias sustantivas con el marco de la seguridad social difundido en el orden de posguerra (Brodie, 2009).  No obstante, los contextos específicos de cada país hacen brotar temas que entran en las agendas políticas y mediáticas produciendo discursos con componentes singulares. Es el caso, por ejemplo, de la centralidad de la seguridad ciudadana en la gestión del conflicto en la España post-austeridad (Fernández de Mosteyrín y Limón, 2018) o el caso de la islamofobia institucionalizada en el Reino Unido (Massoumi et al., 2017). Por sus características y su poder performativo, estos discursos contribuyen a dar forma a los poderes de los Estados y a las fuerzas de los mercados. Pero, también, predican formas de ser y de estar como ciudadanos/as. Y por ello hemos explorado el nivel de la ciudadanía.

En las últimas décadas, personas en todo el mundo están siendo vigiladas y monitorizadas por sus respectivos gobiernos y también por empresas en nombre de la seguridad nacional. Sea vigilancia electrónica o ‘cara a cara’, su normalización viene erosionando los derechos ciudadanos a la privacidad y a la expresión individual y colectiva de distintas formas. Esto ocurre, además, en el marco de una cultura individualizadora que señala a cada persona como ‘co-responsable’ de su existencia, de su seguridad y de su resiliencia, en sentido amplio (desde su salud y su dieta, hasta el aseguramiento de sus condiciones materiales y, finalmente también la seguridad colectiva), ocasionando como efecto lo que Engin ha llamado ‘ciudadano neurótico’ (Engin 2004). Contamos con evidencias sobre experiencias difundidas en otros países sobre los efectos de las políticas antiterroristas en colectivos específicos, como la juventud y las comunidades musulmanas (Grasso and Bessant, 2018). Son experiencias ciudadanas de autocensura, de alienación y desafección. Además, si como dijimos al inicio, la definición de la amenaza es consustancial a la securitización, cabe preguntarse en qué medida lo que ocurre no es una adaptación de los niveles de protección a la percepción de amenazas, sino que se modula la percepción de amenazas para justificar el endurecimiento de los niveles de protección, de tal modo, que la protección en sí misma se convertiría en una amenaza (Stevens & Vaugham-Williams 2016).

No obstante, como recuerda Foucault, donde hay poder hay resistencia y, por ello, abrimos una reflexión sobre formas alternativas y contrahegemónicas de designar la seguridad.

Distinguimos entre las resistencias epistémicas que se producen en el mundo académico y las resistencias sociales que cobran forma en el actuar colectivo de los grupos sociales y en las prácticas ciudadanas. Entre las primeras se encuentran formas de abordar el conocimiento desde la Teoría Crítica; iniciativas que, desde ámbitos académicos, formulan problemas de investigación alternativos a la seguridad y a las amenazas oficiales; las que enfocan los efectos societales de las políticas securitarias y las que ponen a la ciudadanía en el centro del análisis. Especialmente iluminadoras son las teorías feministas que desvelan las lógicas patriarcales que subyacen a los consensos y ‘sentidos comunes’ de la seguridad y de sus políticas. A la vez, aquellas que, mirando desde los márgenes del sistema-mundo, señalan la racialización de los problemas y de sus políticas, dando voz al ‘otro subalterno’ que planteara Spivak (2003).

Pero, evidentemente, la resistencia existe mucho más allá de la academia, e incluye los proyectos colectivos que se orientan a desnaturalizar los discursos oficiales y securitizadores que despolitizan los problemas sociales neutralizando las posibilidades de un reparto distinto de poder. Dichas iniciativas vienen de la sociedad civil organizada en forma de prácticas de defensa de los derechos civiles y de los derechos humanos, pero también a través de la politización de problemas diferentes – como la justicia alimentaria o el medio ambiente- que también afectan a nuestra seguridad.

Los conceptos y los discursos sobre la seguridad (las amenazas y los riesgos de la vida social) son representaciones que dan forma al mundo social a través de intervenciones políticas. Con ello predican formas deseables de ser y estar en el espacio público y delimitan el espacio del poder. Hacer inteligible cómo esto atraviesa las relaciones que la ciudadanía establece con sus gobiernos, es precisamente lo que hemos querido explorar a lo largo del curso.

Referencias bibliográficas:

Brodie, J. 2009. From Social Security to Public Safety: Security Discourses and Canadian Citizenship. University of Toronto Quarterly > List of Issues > Vol. 78, No. 2 > DOI: 10.3138/utq.78.2.687

Fernández de Mosteyrín, Laura, y Limón, Pedro. 2018. Controlling dissent through security in contemporary Spain. in Grasso, Maria. T., and Bessant, Judith. Governing youth politics in the Age of Surveillance. London: Routledge.

Grasso, Maria. T., and Bessant, Judith (eds). 2018. Governing youth politics in the Age of Surveillance. London: Routledge.

Guillaume, Xavier and Huysmans, Jef eds. 2013. Citizenship and Security: The Constitution of Political Being. PRIO New Security Studies. Abingdon: Routledge.

Kundnani, A., and Hynes, B. 2018. The Globalisation of Countering Violent Extremism Policies: Undermining human rights, instrumentalising civil society. Transnational Institute, TNI.

Massoumi, Narzanin., Mills, Tom., MIller, David. 2017. What is Islamophobia?: Racism, Social Movements and the State. London: Pluto Press.

McSweeney, Bill.1999. Security, Identity and Interests. A Sociology of International Relations. Cambridge University Press. (Introduction: The meaning of Security).

Neocleous, Mark. 2008. Critique of Security. Edinburgh University Press (Introduction).

Stampnitzky, Lisa. 2013. Toward a Sociology of “Security”. Sociological Forum, Vol. 28, No. 3.

Stevens, Daniel and Vaughan-Williams, Nick. 2016. Citizens and security threats: issues, perceptions and consequences beyond the national frame. British Journal of Political Science, 46 (1). pp. 149-175.

Spivak, Gayatri Chakravorty, 2002. ¿Puede hablar el subalterno? Revista Colombiana de Antropología Instituto Colombiano de Antropología e Historia – ICANH 12 No 2 -41

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