¿Puede la participación sociopolítica ser más igualitaria?

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05/02/2024 – Patricia García-Espín (Universidad de Granada)

En un libro reciente, Michael Sandel (2020) describe cómo la meritocracia escolar se ha convertido en el armazón ideológico que sostiene las desigualdades crecientes desde los años 80. El principio meritocrático supone que cualquier posición de dominación debe erigirse sobre el esfuerzo y, particularmente, sobre el logro de tipo escolar o académico. Además, el libro muestra hasta qué punto la meritocracia ha penetrado el discurso político tanto de la derecha como de la izquierda. Sandel argumenta que el mérito ha redirigido los discursos transformadores hacia la no-discriminación y la igualdad de oportunidades para ascender (a través de la educación), soslayando la igualdad de resultados y de condiciones de vida.

La valoración excesiva del mérito escolar ha empapado todos los aspectos de la vida política, incluso algunas formas de acción colectiva. Los estudios reflejan esa tendencia: participan más aquellos/as con más credenciales educativas, incluso predominan en algunas acciones de protesta o en formas contrahegemónicas de acción (Jiménez Sánchez, 2011; Gayo, 2021). Tal es la inercia que plantea la desigualdad social, plasmada en recursos materiales y simbólicos (Verba et al., 1995; Schlozman et al., 2012), que tendemos a naturalizarla como fait accompli; solo podemos vivir con ella y esperar, quizás, un cambio futuro.

En un libro clásico basado en las protestas de los años 30-60, Piven y Cloward (1979) manifestaban este problema: en general, pocas personas pueden permitirse una participación intensa en su día a día; son muchas las dificultades y los recursos que ello exige, en consecuencia, solo podemos esperar una activación masiva en ciclos excepcionales de protesta. Para aprovechar esos periodos, los autores proponían impulsar formas de acción disruptivas (manifestaciones, ocupaciones, huelgas) que generaran mayor impacto aprovechando el ciclo ascendente. Frente a ello, los movimientos sociales sostenían un llamamiento a la organización cotidiana (el community organizing), más costoso y con menores resultados a corto plazo. Esta era la tesis de Frances Fox Piven y Richard Cloward. En cierto modo, proponían asumir que esa desigualdad existe a corto plazo, para cambiarla a largo.

No obstante, cabe que nos preguntemos si la organización cotidiana en asociaciones, partidos, movimientos sociales u otras formas de participación podría ser más igualitaria desde un punto de vista social. La misma desnaturalización que ha ocasionado el movimiento feminista respecto al género, cabría plantearla respecto a la desigualdad social y de clase y respecto a la atribución del mérito y del prestigio social. ¿Puede la participación política ser un poco más igualitaria y accesible? Ciertamente, numerosos estudios que abordan esta pregunta sucintamente. Yo lo he examinado en casos de participación comunitaria, observando algunos factores contextuales y organizativos que propician una participación menos restrictiva. Señalaré aquí algunos.

En primer lugar, la mayoría de los estudios han puesto el foco en las herramientas organizativas o de diseño institucional que generan espacios más igualitarios, en términos de acceso o de toma de decisiones. En un texto clásico, Jo Freeman (1972) apelaba a la “tiranía de la no estructura” como una causa de exclusión. En otra investigación reciente en asambleas locales (Class inequalities and participatory democracy), yo misma identificaba algunas herramientas de inclusión como la formación de equipos mixtos o multidisciplinares para las tareas, el suporte técnico para enfrentar procesos burocráticos complicados o el establecimiento de liberaciones remuneradas para personas con horarios laborales rígidos. El inventario de herramientas organizativas es extenso (facilitación de reuniones, provisión de información, reconocimiento simbólico de grupos infrarrepresentados, etc.). 

Menos se ha estudiado el impacto de otros factores contextuales que fomentan una implicación más igualitaria. Sin duda, las estrategias movilizadoras de algunos agentes clave resulta fundamental. A modo de ejemplo, una de las causas que explica la enorme participación popular en el presupuesto participativo de Porto Allegre, Brazil, fue el alineamiento de las clases trabajadoras y de los sectores marginalizados con el Partido de los Trabajadores (Baiocchi, 2003). Igualmente, el éxito inicial de las herramientas participativas en Bolonia, Italia, en los años 70, también era fruto de la movilización reticular que hicieron las asociaciones barriales, sindicatos, grupos estudiantiles y culturales (Navarro, 1999), muy arraigados entre los sectores populares de la época.

Otro factor generador de igualdad son las batallas culturales por la definición del sujeto participativo. Me referiré aquí, a modo de ilustración, a las campañas realizadas por el movimiento pro-derechos civiles en EE.UU., estudiadas por Roberta Polletta en Freedom is an Endless Meeting (2002). La reivindicación de que las personas negras, con o sin estudios y de cualquier posición de clase, debían poder votar, generó un efecto de activación de muchas de estas personas hacia el asociacionismo. Muchos/as incluso continuaron involucrados después en asociaciones por los derechos sociales vinculados a la vivienda o a los suministros básicos (Piven y Cloward, 1977). Los movimientos sociales provocan debates culturales que son amplificados por los medios de comunicación. Esas batallas pueden ensanchar la visión de quién puede/debe participar en política, también incrementan las percepciones de agencia y de capacidad entre sectores que se encontraban al margen. Los efectos igualadores son indudables.

Menos aún se ha indagado sobre los cambios estructurales o en las “condiciones habilitadoras” (Fung y Wright, 2003) que facilitan una implicación más igualitaria. Apenas sabemos si las mejoras en los horarios laborales crean posibilidades o mayor predisposición hacia la implicación sociopolítica. Tampoco conocemos si un terreno favorable en el plano de la conciliación familiar estimula el asociacionismo. La literatura muestra datos contradictorios y complejos. Sin embargo, dado que la participación es un fenómeno articulado (García-Espín, 2021), que se acopla a nuestras rutinas, es legítimo preguntarnos qué otras condiciones vitales que consumen tiempo y dedicación, podrían forjar escenarios más igualitarios para la implicación sociopolítica.

Referencias

Baiocchi, Gianpaolo. «The Porto Alegre Experiment in Empowered Participatory Governance (revised and updated).» En Fung, A., y Wright, E.O. Deepening Democracy, Verso (2003).

Freeman, Jo. «The tyranny of structurelessness.» Berkeley Journal of Sociology (1972): 151-164.

Fung, Archon, and Erik Olin Wright. «Thinking about empowered participatory governance.» En: Deepening democracy: Institutional innovations in empowered participatory governance (2003): 3-42.

García-Espín, Patricia. «Class Inequalities and Participatory Democracy: Assessing the Impact of Social Inclusion Tools in (Rural) Citizens’ Assemblies.» Political Studies Review (2023): 14789299231179081.

García-Espín, Patricia. Las articulaciones de la participación: Una etnografía de la democracia directa en concejos abiertos. Vol. 324. CIS-Centro de Investigaciones Sociológicas, 2021.

Gayo, Modesto. Clase y Política en España I: Estructura social y clase media en la democracia postransicional. Siglo XXI de España Editores, 2021.

Jiménez Sánchez, Manuel. La normalización de la protesta: El caso de las manifestaciones en España (1980-2008). Vol. 70. CIS, 2011.

Navarro Yáñez, Clemente J. El sesgo participativo: innovación democrática en municipios del Sur de Europa (1960-1995). Vol. 13. Editorial CSIC-CSIC Press, 1999.

Piven, Frances Fox, and Richard Cloward. Poor people’s movements: Why they succeed, how they fail. Vintage, 2012 [1977].

Polletta, Francesca. Freedom is an endless meeting: Democracy in American social movements. University of Chicago Press, 2002.

Sandel, Michael J. La tiranía del mérito: ¿qué ha sido del bien común?. Debate, 2020.

Schlozman, Kay Lehman, Sidney Verba, and Henry E. Brady. The unheavenly chorus: Unequal political voice and the broken promise of American democracy. Princeton University Press, 2012.

Verba, Sidney, Kay Lehman Schlozman, and Henry E. Brady. Voice and equality: Civic voluntarism in American politics. Harvard University Press, 1995.

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