Desigualdades y comportamiento político. Voto y desafección política en la Unión Europea

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13/02/2023 – Damián Herrera Cuesta (UNED)

Es difícil encontrar un área de conocimiento de la sociología dedicada al estudio de las transformaciones sociales, que no haya incluido como estrella de estos cambios a la institución educativa, al menos desde el surgimiento de la teoría del capital humano.

Previamente, la educación ya se venía considerando, y aún hoy, como condición necesaria para la emancipación individual y colectiva, así como constructo fundamental para el desarrollo de una sociedad democrática, conformada por individuos iguales (no ignorantes) y, con ello, también libres.

No en vano, tradicionalmente, los estudios sobre participación, versus desafección, han considerado la educación como uno de los elementos axiales de la socialización política. A través de ella se espera que los individuos accedan al conocimiento del mundo social en el que viven, tomen consciencia de sus propias relaciones con la colectividad, así como de las relaciones de ésta con su entorno. Además, se espera que a través de la educación puedan desarrollar la capacidad de pensar críticamente sobre este conjunto de relaciones.

Sin embargo, la relación proporcionalmente inversa existente, desde hace ya varios lustros, entre la caída del voto y el crecimiento de la población educada viene a contradecir la máxima de Converse (1972, en Perssons ), según la cual, “a mayor educación mayor participación política”. Según datos de Eurostat (2020), la población de la Unión Europea (EU27), con educación superior, presenta una tendencia positiva entre los años 1994 y 2019. En el mismo periodo la tendencia general abstencionista fue, por el contrario, negativa, pasando del 57% al 51%. Obviamente, la participación en los procesos electorales no es el único modo de participación.

Gráfico 1. Crecimiento del nivel educativo de la población y participación política (UE-27)

Gráfico de elaboración propia. Fuente: Eurostat, 2020

Hoy en día, la desafección política no sólo se encuentra entre población con baja educación, también entre individuos con titulaciones superiores. En este sentido, numerosos sociólogos han venido advirtiendo que un foco importante de desinterés hacia la política en el siglo XXI lo podemos encontrar entre las clases profesionales técnicas, es decir, individuos con titulaciones educativas superiores.

Con todo ello, parece que el estudio sobre el papel de la educación ha venido perdiendo fuelle entre politólogos y sociólogos. La dispersión de causas coyunturales – crisis económicas, etc.- además de las ya consabidas -ignorancia política ligada a la indefensión aprendida y a la pobreza intergeneracional, ideología, apatía social, edad, etc.- han terminado desplazando el interés por la educación en los estudios sobre la participación política.

Partiendo de estas premisas, decidimos iniciar una nueva investigación sobre la particular relación entre la educación y la participación, versus desafección política.

Nuestro interés radicaba en comparar el impacto del nivel educativo, además de otras variables como la edad, el sexo o la clase socioeconómica, en distintos países con diversas características en cuanto al nivel educativo alcanzado por la población. Los cinco países europeos considerados -Finlandia, Francia, Alemania, el Reino Unido y España-, a pesar de haber sido clasificados por el índice de desarrollo humano (UNPD, 2020) dentro del grupo de naciones más desarrolladas del mundo, tienen grandes diferencias entre ellos en términos de desigualdad educativa y de ingresos, compartiendo, por otro lado, sistema político (democracia liberal).  

Para llevar a cabo esta investigación se utilizaron las bases de datos del Índice de Desarrollo Humano ajustado por la desigualdad (IDH-D, 2020), y el de la European Social Survey (9). El universo de la encuesta se restringe a personas de ambos sexos, mayores de edad (18 años) y, por lo tanto, con capacidad de voto (22.247 encuestas). Sus características permiten construir los tipos de comportamiento político a partir de dos variables, la práctica del voto y el grado de interés hacia la política. De este cruce se obtienen cuatro modelos: Modelo cívico-formal, del que formarían parte individuos con poco o ningún interés por la política, pero que votan regularmente (3-4 de la escala Likert). En segundo lugar, un modelo de activismo de tipo 1 con el que se corresponderían individuos que ejercen su derecho al voto al tiempo que comparten un alto interés hacia la política (Likert 1-2). Un tercer modelo activista de tipo 2, estaría conformado por aquellos individuos que afirman tener un gran interés por la política (Likert 1-2), pero se declaran abstencionistas. Y, finalmente, para hacer que nuestra tipología sea más completa, hemos incluido una variable que cubre todo lo contrario del compromiso y la participación, es decir, la desconexión política. Este tipo de comportamiento es descrito en la literatura especializada como una forma pasiva de no compromiso entre los ciudadanos que perciben que la política no es interesante. Los individuos con esta orientación no sienten ninguna necesidad particular de hacer oír su voz, y la política simplemente la dejan para otros.

Tabla 1. Distribución de la población según tipo de comportamiento por país (ESS9)

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) se calcula a partir de tres componentes: la esperanza de vida, la educación (con dos indicadores) y los ingresos/consumo per cápita por país. Por su parte, el Índice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad (IDH-D), es el resultado de la pérdida en IDH debido a la desigualdad. El coeficiente de desigualdad es calculado a partir del promedio no ponderado de las desigualdades en cada uno de los tres componentes mencionados. Los dos indicadores utilizados para medir el componente educativo son, por un lado, los años de escolarización esperados (población entre 5 y 24 años), y, por otro, los años finales de escolarización (población mayor de 25 años), mientras que los indicadores utilizados para determinar el componente relacionado con las rentas son los ingresos familiares disponibles y el consumo per cápita (PNUD, 2020).

Tal y como recoge el último informe (IDH-D, 2020), los cinco países seleccionados presentan diferentes niveles de desigualdad educativa y de ingresos. Mientras que España presenta los índices de desigualdad más altos en ambas dimensiones (19,5 en desigualdad de ingresos y 16,9 punto en desigualdad educativa), Finlandia se sitúa en el lado opuesto, con los valores más bajos (un índice 10,6 en desigualdad de ingresos y de 2,2 en desigualdad educativa). Alemania y el Reino Unido, por su parte, presentan una baja desigualdad (medida por número de años de escolarización. -2,3 y 2,7-, respectivamente), pero una alta desigualdad de ingresos (rentas de los hogares entre otros indicadores. -17,7 y 17-, respectivamente). Finalmente, Francia, es, podemos decir, un país con valores intermedios, tanto en desigualdad de ingresos (13,5) como educativa (9,5).

Las variables independientes introducidas en la regresión logística son variables socioestructurales politómicas, como el nivel de educación (que se subdivide en cuatro categorías: individuos con nivel educativo hasta primaria; individuos con alguno de los dos niveles de secundaria; individuos hasta post-secundaria no terciaria; y, finalmente, individuos con título de educación superior), y la clase socioeconómica, que, por su fácil adecuación a los datos disponibles por la ESS9 (2018), utilizamos la Clasificación Socioeconómica Europea (ESEC, por sus siglas en inglés).

Entonces, ¿La educación importa?

Los resultados de esta investigación se presentaron en el XIV Congreso Español de Sociología entre el 29 de junio y el 2 de julio del año en curso (2022), dentro de las actividades del grupo de trabajo 08 de Sociología Política.

En países con una baja desigualdad, tanto educativa como de ingresos (Finlandia), la educación y las desigualdades socioeconómicas pierden su efecto sobre la probabilidad de que un individuo participe políticamente, tomando mayor importancia otras variables sociodemográficas como los antecedentes migratorios (segundas generaciones) o la diferencia de edad.

En sentido contrario, con la excepción de Finlandia, donde los factores moduladores de la desconexión política se concentran en la edad de los individuos, en el resto de países analizados encontramos que tener un bajo nivel educativo aumenta la probabilidad de que los individuos desconecten de la política.

También vemos que, en los casos de Francia, Alemania y el RU, una vez se han alcanzado altos niveles de educación promedio entre la población (estudios por encima de la secundaria postobligatoria), el peso relativo de esta variable sobre la participación disminuye, pasando a dominar en el análisis la variable socioeconómica (act2).

Por último, en países con una alta desigualdad educativa y de ingresos (España), la variable educativa presenta un efecto directo (explicativo) en todos los modelos, confirmando la máxima ya citada de Converse -a mayor educación, mayor participación política-, es decir, la probabilidad de encontrar individuos interesados por la política aumenta en la medida que aumenta su nivel educativo, del mismo modo que dicha probabilidad se reduce hasta la desafección a medida que el nivel de educación baja.

Principales conclusiones

Este estudio prueba, en primer lugar, el papel determinante que juega la educación en relación con la desconexión política en cinco países altamente desarrollados en la segunda década del siglo XXI. Bajos niveles de educación y bajos recursos socioeconómicos, a menudo de la mano, tal y como sugieren autores como Gilens (2012) o Bartels (2016), parecen actuar, a modo de mecanismo de cierre social, expulsando de los procesos participativos a los individuos menos educados y peor situados en la estructura social, lo que, sin duda, tiene importantes implicaciones políticas en el marco de las democracias liberales.

En segundo lugar, este estudio evidencia que, en aquellos países con poblaciones más educadas, la variable educación es desplazada de la centralidad participativa aflorando en su lugar otras variables, como las diferencias socioeconómicas entre los individuos (Francia, Reino Unido y Alemania) y/o las diferencias de edad (Finlandia).

En tercer lugar, en el caso de España, con altas desigualdades educativas y de ingresos, encontramos que la educación domina la centralidad explicativa del comportamiento político de los españoles, absorbiendo el efecto del estatus socioeconómico.

Por último, frente a la tesis más general, que afirma la existencia de una fuerte asociación entre la educación y el estatus socioeconómico de los individuos, encontramos resultados, para el caso de España, que permiten interpretar los datos, más bien, como la consecuencia de una disociación entre ambas condiciones. Nos referimos al modelo act2 -individuos interesados en la política, al tiempo que abstencionistas- donde la probabilidad de que los individuos se ajusten a este modelo aumenta con el nivel educativo.

Es decir, hemos visto que el ajuste a este modelo aumenta entre individuos, con niveles de educación secundaria superior y terciaria, que, en contextos estructurales específicos, con la existencia de mercados laborales descualificados, y altos niveles de población ocupada por debajo de su cualificación, factores ambos que han venido caracterizando el caso español (Alegre y Benito, 2010; Herrera, 2017), practican formas de activismo político alternativas a la participación a través del voto.

Para concluir este resumen, podemos decir que las dos conclusines de mayor calado que extraemos de esta investigación son, en primer lugar, que la importancia de la variable educativa sigue siendo una clave fundamental hoy para explicar la desafección política -asociada con bajos niveles educativos-. Y, en segundo lugar, sólo en poblaciones con niveles superiores de educación ampliamente expandidos (igualdad educativa), la educación pierde relevancia en el análisis de la participación política a favor de otras variables -socioeconómicas, sociodemográficas, socioculturales, etc-.

Referencias utilizadas en el texto

Alegre, M.A. y R. Benito (2010): “Los factores del abandono educativo temprano. España en el marco europeo”. Revista de Educación, número extraordinario, 65-92. https://bit.ly/3nAWqgd

Bartels, M. (2016): Unequal Democracy: The Political Economy of the New Gilded Age, Princeton: Princeton University Press. https://doi.org/10.1515/9781400883363

Gilens, M. (2012): “Affluence and Influence: Economic Inequality and Political Power in America”. Princeton, NJ: Princeton University Press. https://doi.org/10.1515/9781400844821

Herrera Cuesta, D. (2017).Empleabilidad versus sobrecualificación. Desajuste entre formación y empleo en las trayectorias laborales de los jóvenes titulados en España. Sociología del trabajo, (89), 29-52. Disponible en: https://revistas.ucm.es/index.php/STRA/article/view/59635/4564456546827

Persson, M. (2015): “Education and political participation”. British Journal of Political Science, 45(3), 689-703. https://doi.org/10.1017/S0007123413000409


[1] Damian Herrera Cuesta es Doctor en Sociología. Profesor tutor de la UNED y miembro del Grupo de Estudios sobre Sociedad y Política (GESP) – Dherrera@madrid.uned.es

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