¿Desigualdades en el siglo XXI? “The Times They Are Changing”

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31/01/2022 – Marisa Revilla (UCM)

Este siglo XXI que es aún muy joven tiene ya varias características que le otorgan personalidad: ha sido definido como el siglo de las mujeres, se plantea probablemente como el siglo de China, claramente tendremos que “hacer algo” con el cambio climático y, desde hace dos años, la década de los veinte nos viene enseñando que nada es más cierto en esta sociedad global que la incertidumbre, que toda planificación salta en pedazos ante los efectos de lo inesperado, como esta pandemia que, según dicen, puede ser la primera de las que vendrán. En estos días, pareciera que volvemos a las décadas de los 50, 60, 70 del siglo XX, reviviendo la confrontación de bloques y la escalada de un conflicto iniciado por Rusia en Ucrania. Salvo que ahora no se trata de bloques, por más que se intente evocar la Guerra Fría, ahora se trata más bien del progreso del autoritarismo en el mundo.

El siglo XX fue un siglo de grandes temas para el desarrollo de la sociología política: fue el siglo en el que el Estado nación se convirtió en la forma de organización política universal, en el que se terminó de forjar una organización mundial de Estados soberanos. Se desarrolló la globalización del capitalismo. La democratización pasó por olas y por transiciones a la democracia que actuaban de modo interrelacionado en contextos regionales: el sur de Europa, América Latina, Europa del Este… Todo ello, con el impulso de la movilización de distintos grupos sociales, contribuyó a la ampliación y redefinición de la ciudadanía, a nuevos procesos de inclusión social alimentados por la lucha contra la desigualdad. Todo ello nos permitía distinguir las fracturas sociales que, de modo intersectorial e integrado, establecen distintos destinos sociales para las personas y establecer políticas que supusieran avances en la igualdad. Este sigue siendo hoy el discurso, este sigue siendo aparentemente el objetivo, pero ¿es realista pensar en el siglo XXI como el siglo en que seguiremos avanzando en la lucha contra todas las desigualdades? ¿sigue siendo un objetivo social en el tiempo del individualismo exacerbado y de una supuesta ausencia de fronteras y límites por el espacio virtual? ¿no será que estamos pensando este tiempo con claves de un tiempo pasado?

En este siglo ya hemos pasado por dos crisis: la financiera desde 2008 y la pandémica desde 2019. Aunque tienen causas, efectos y alcances distintos, han tenido un mismo resultado: el aumento de las desigualdades. El informe de 2022 del World Inequality Report revela algunos datos que debemos tener en cuenta:

  • En relación con la distribución del ingreso entre la población mundial: el 10% más rico recibe el 52% del ingreso mundial. El 50% más pobre recibe el 8,2%. El primer grupo tiene un ingreso medio de 87.200 € por año, mientras que, en el segundo, el ingreso medio es de 2.800€ en el mismo periodo.
  • El nivel de ingresos medios nacionales es un mal indicador de la desigualdad porque algunos países de ingresos altos son muy desiguales en su distribución interior, como Estados Unidos, y otros son más iguales, en este caso nombran a Suecia. De la misma forma ocurre con países de ingresos medios o bajos.
  • Respecto de la distribución de la riqueza, si el 10% más rico de la población mundial acumula el 76% de toda la riqueza, el 50% más pobre solo posee el 2%.
  • La tendencia analizada para las dos últimas décadas indica que, a la vez que están aumentando las desigualdades en el interior de los países, están disminuyendo las desigualdades globales entre países.
  • Regionalmente, MENA (Medio Oriente y Norte de África) es la más desigual del mundo, seguida muy de cerca por América Latina: en la primera, el 10% más rico capta el 58% del ingreso; en la segunda, el 55%. En el caso de Europa, la región menos desigual, capta el 38% del ingreso.
  • Señalan un elemento de comparación histórica muy relevante: “Las desigualdades globales contemporáneas se acercan a los niveles de principios del siglo XX, en la cúspide del imperialismo occidental”.
  • Las desigualdades en el reparto de la riqueza también han aumentado en la parte más alta de la distribución: desde 1995, la participación en la riqueza mundial del 0,01% más rico ha aumentado desde el 7% al 11%. La pandemia provocada por la COVID, especialmente en 2020, ha exacerbado la concentración de la riqueza de los multimillonarios.

Estos datos se corroboran en otros informes, tanto regionales como mundiales. El recientemente publicado informe de OXFAM, Las desigualdades matan, indica que mientras que los ingresos del 99% de la humanidad se habrían deteriorado a causa de la pandemia, los 10 hombres más ricos del mundo habrían duplicado su riqueza. Analizan como violencia económica el hecho de que estén aumentando las desigualdades económicas, raciales y de género porque “las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos”.

La siguiente cita textual del World Inequality Report 2022 nos puede ayudar a entender la definición que hace OXFAM de la situación:

Las naciones se han vuelto más ricas, mientras que los gobiernos se han vuelto más pobres. Durante los últimos 40 años, los países se han vuelto significativamente más ricos, pero sus gobiernos se han vuelto significativamente más pobres. La participación de la riqueza en manos de los actores públicos es cercana a cero o negativa en los países ricos, lo que significa que la totalidad de la riqueza está en manos privadas. Esta tendencia se ha visto magnificada por la crisis del COVID, durante la cual los gobiernos tomaron prestado el equivalente al 10-20% del PIB, esencialmente del sector privado. La escasa riqueza actual de los gobiernos tiene importantes implicaciones para las capacidades estatales de abordar la desigualdad en el futuro, así como los desafíos clave del siglo XXI como el cambio climático (resaltado añadido).

Ambos informes, como tantos otros, establecen las medidas, las políticas, las transformaciones que se requieren para revertir la situación y eso solo se puede entender porque seguimos considerando que la lucha contra la desigualdad es una prioridad, un objetivo común. Pero ¿es realmente así? ¿nos permiten estos análisis, la situación descrita de la evolución de la riqueza y el ingreso en el mundo, pensar que estamos en condiciones de disminuir la desigualdad socioeconómica, racial y de género? Me parece que indican que los tiempos han cambiado y no hemos quedado pensándolos con claves del siglo XX. Si realmente queremos hacer de la lucha contra las desigualdades una prioridad global, tenemos que revertir estas tendencias. Desde la sociología política, hoy en día, al menos en España, un tanto abandonada –el análisis de esta situación desde luego supera con mucho el espacio y el objetivo de este post, pero es necesario–, tenemos todas las herramientas teóricas y analíticas necesarias para aportar un mayor conocimiento de esta realidad. Desde estas líneas abogo por retomar, revisar, renovar y revitalizar los estudios sobre el Estado, la globalización, la ciudadanía, los sistemas políticos, la calidad de la democracia, etc. porque son temas que inciden directamente en las desigualdades de género, racial y socioeconómica.

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