Participa, que algo queda

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14/11/2018 – Marisa Revilla Blanco (UCM)

Quizás no es casualidad que antes de que apareciera la entrada anterior de este blog yo ya hubiera decidido dedicar ésta a la participación (así, sin “apellidos”, o dando cabida a los que se quieran aplicar: política, social, ciudadana, electoral, etc.). No es casualidad: es un  tema nuclear en la sociología política porque es el pilar de la democracia representativa, una clave para la comprensión de la conformación del poder en una sociedad y la forma básica de relacionarnos dentro de la comunidad política con nuestros conciudadanos y las instituciones. En el párrafo final de su post sobre La complejidad y el empeño por la participación ciudadana, Benita Benéitez nos recuerda la necesidad de abrir “la participación ciudadana a otras esferas sociales y la responsabilidad de todo ciudadano de conformar su juicio político”. Aquí tomo el relevo.

Mucho se ha escrito en este tema sobre dos cuestiones: una, el vínculo individual con la participación; la otra, las formas de la participación, las organizaciones y su relación con las instituciones. Por la primera, diversas teorías exploran las motivaciones para la participación, la conformación de las decisiones de los electores/as y su traducción en comportamiento electoral o las formas y los mecanismos de adscripción ideológica. Por la segunda, se da nombre a distintas formas de participación, desde los partidos políticos, los grupos de presión, las organizaciones comunitarias, los movimientos sociales, etc[i].

En el plano político también encontramos un interés específico en la participación de las organizaciones sociales y en el fomento de actividades individuales de participación, por ejemplo, en el fomento del voluntariado (la primera ley de voluntariado en España es de 1996, mientras que la ley 191/1964 de 24 de diciembre de Asociaciones estuvo vigente hasta 2002).

Principal producción legislativa de ámbito nacional en relación con la participación
LO 2/1980 de 18 de enero Regulación de las distintas modalidades de referéndum
L 1/1996 de 15 de enero Voluntariado
L 1/2002 de 22 de marzo Asociaciones
L 49/2002 de 23 de diciembre Régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo
L 50/2002 de 26 de diciembre Fundaciones
L 5/2011 de 29 de marzo Economía social
L 39/2015 de 1 de octubre Procedimiento administrativo común de las Administraciones Públicas
L 43/2015 de 9 de octubre Tercer Sector de Acción Social
L 46/2015 de 14 de octubre Voluntariado

 

[Hago aquí un inciso para comentar dos cuestiones. Por un lado, una pregunta que siempre me asalta cuando reviso la Ley del Tercer Sector de Acción Social: ¿por qué se incluye “El fomento de la seguridad ciudadana y prevención de la delincuencia” como uno de los tres objetivos de interés general que se definen para las entidades del tercer sector (junto con dos más evidentes: la atención a las personas con necesidades 1. de atención integral socio-sanitaria o 2. educativas o de inserción laboral)? Por otro lado, cuando las entidades del tercer sector de acción social están abordando aún su relación con la economía social, alternativa y/o colaborativa, algunas entidades internacionales ya están avanzando un proyecto de “cuarto sector”.]

Cuando abordamos la participación como un mecanismo para la implicación ciudadana en la toma de decisiones sobre asuntos públicos, nos quedamos limitados a tres posibilidades (sí, me niego a considerar la donación de dinero a ONG como forma de participación): 1) las respuestas binarias (consultas que requieren un sí o un no como respuesta); 2) la elección dentro de unas opciones limitadas (con la participación electoral como mejor ejemplo pero en el que también entrarían las experiencias de presupuesto participativo); o, en el mejor de los casos, las posibilidades de plantear propuestas. Por supuesto, la labor de incidencia política que realizan muchas entidades, plataformas, coordinadoras sobre distintos temas y cuestiones de interés social es crucial para el desarrollo de políticas y para la consideración de enfoques alternativos y la producción de cambios sociales. Pero ¿qué significa la participación para ciudadanos y ciudadanas con preocupaciones específicas?

Recientemente, con ocasión de la celebración de un taller sobre participación, en el marco de la formación de la Plataforma del Voluntariado de España, con personas voluntarias (16 mujeres y 8 hombres) de diversas procedencias (geográficas, educativas, edad, etc.) surgieron algunas cuestiones muy interesantes. Incluso conociendo las limitaciones metodológicas del caso no puedo dejar de recoger algunos elementos (en todas las dinámicas se pidió inicialmente un ejercicio de reflexión personal que se continuaba en un debate colectivo).

Empezaré por los aspectos negativos. Invitados a reflexionar sobre lo que no gusta de las experiencias de participación en las que han participado, se deja constancia de algunos hechos que, lamentablemente, forman parte de los procesos participativos: lo dilatado en el tiempo, que sean procesos dirigidos, que haya déficits de información, que haya falta de control sobre el proceso, etc. pero también aparecen otros elementos que pueden tener que ver con una cierta falta de cultura participativa en nuestro país: la imposición de criterios, abusos de poder, ausencias de actitud de escucha, faltas de respeto, limitación de la participación, etc. También se señaló la impotencia, el fracaso cuando no se consiguen resultados.

Una de las dinámicas iba encaminada a la definición del mayor obstáculo que se hubieran encontrado en su experiencia de participación. He agrupado las respuestas en tres tipos de obstáculos:

  1. Falta de habilidades o circunstancias personales: dificultades de expresión o de comunicación; falta de formación, conocimiento, información y/o capacidad para hablar en público; falta de tiempo. Es imprescindible decir que estas respuestas solo se dieron por parte de las mujeres[ii], es decir, únicamente las mujeres mantienen una actitud (excesivamente) crítica respecto de sus habilidades, sus capacidades. Una de las mujeres escribió sucintamente como obstáculo “No tener voz”.
  2. Dinámicas colectivas: falta de compromiso grupal, faltas de respeto o ausencia de implicación de los participantes y la burocratización de las organizaciones.
  3. Relación con las instituciones: dificultad para encontrar espacios para la participación, la falta de apoyo institucional. Estos dos últimos tipos de obstáculos se señalaron tanto por las mujeres como por los hombres.

Por supuesto, si a pesar de estos elementos negativos, se sigue dando el compromiso con la participación, ha de ser que también aporta satisfacciones. Cuando se preguntó qué es lo que más aporta la participación, lo que más gusta, muchas respuestas señalaban en la dirección de la construcción colectiva (la posibilidad del encuentro con otros, las relaciones humanas, el sentido de pertenencia, las experiencias y el trabajo en equipo) y lo que conlleva: aprendizaje, conciencia crítica, implicación, conocimiento, mejora, contribución. También se apreció la satisfacción producida por lo que se consigue cuando se participa: la acción desde las creencias, en favor de una causa, generando bien común, la apertura de espacios.

Los claroscuros de la participación hacen que algunas veces nos preguntemos ¿para qué sirve participar? Que cunda la impotencia, alimentada por la impaciencia por obtener resultados, porque parece que nada cambia. Sin embargo, mirando detenidamente la realidad, el propio ejercicio de participar conlleva beneficios y, si damos tiempo, también se consiguen resultados. Los ejemplos de movimientos, campañas y acciones concretas muestran que los cambios se producen[iii]. ¿Cómo, si no, podríamos entender los cambios ocurridos en la comprensión de la situación de desigualdad que afecta a las mujeres o la concienciación sobre los efectos de nuestro modo de vida en el medio ambiente o la acción contra el racismo o la definición del problema social de los desahucios? Detrás de cada uno de estos cambios está la acción de los movimientos feministas, ecologistas, antirracistas y por una vivienda digna. Y son solo unos ejemplos.

La participación genera aprendizaje de herramientas de participación. La participación no es solo construcción de acuerdos, de consensos; es también la gestión del desacuerdo, del disenso: el reconocimiento del otro.

[i] Algunas referencias para quien quiera adentrarse en estos temas:

Edwin Amenta, Kate Nash y Alan Scott (eds.) (2012): The Wiley-Blackwell Companion to Political Sociology.

Judith R. Blau (ed.) (2008): The Blackwell Companion to Sociology

Jorge Benedicto y María Luz Morán (coords.) (1998): Sociedad y Política. Temas de Sociología Política. Alianza Editorial.

Colectivo IOÉ (2007): “La participación política de los españoles: democracia de baja intensidad”, Papeles, nº 99.

[ii] Una excelente herramienta para la participación de las mujeres se puede encontrar en la Guía de formación para la participación social y política de las mujeres

[iii] Es imprescindible realizar más investigación que analice cómo se vincula la acción colectiva con sus consecuencias políticas. Un excelente trabajo teórico y de análisis que ofrece un modelo para la investigación se puede encontrar en: Felix Kolb (2007): Protest and Opportunities: The Political Outcomes of Social Movements. Campus Verlag.

NOTA: Imagen de portada de rawpixel libre de derechos

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