El estudio del gran empresariado y los grupos de presión: Notas de investigación a propósito del caso chileno

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25/03/2021 – Alejandro Osorio Rauld (Universidad de Santiago de Chile)

Como es de conocimiento general, el estudio de las élites como ‘objeto de investigación’ nace a comienzos del siglo XX con las aportaciones de Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels, quienes desarrollaron teorías y leyes para examinar este fenómeno. Para estos pensadores, las élites pueden ser entendidas como grupos o minorías que ocupan posiciones de conducción y liderazgo en estructuras del poder político, sus miembros poseen características excepcionales y recursos extraordinarios, que buscan ser monopolizados para asegurar su permanencia y reproducción en posiciones de dominación. 

Pero, efectivamente, la definición de ‘élite’ a lo largo de su tradición no ha sido estática. Así, en el contexto de posguerra y de auge de las democracias representativas en occidente, elitistas de afiliación liberal como Robert Dahl, Raymond Aron, Suzanne Keller, Harold Lasswell, entre otros, observaron una distribución del poder diferente al ‘monopolismo’ que registraron los clásicos a principios de siglo: la competencia de un conjunto de colectivos sociales y políticos con distintos grados de acumulación de poder, que hacían improbable la existencia de una sola ‘élite’ que pudiera apropiarse por sí sola de todos los recursos disponibles. Desde luego, la contribución teórica elaborada por los pluralistas permitía complejizar la comprensión de las relaciones de poder, al concebir la existencia de varios grupos en constante pugna por apropiarse de los recursos y ocupar posiciones de dominación.

Si bien es cierto, la tradición teórica elitista estuvo mayormente enfocada en el análisis de minorías selectas prestando escasa atención a las élites económicas, desde hace un tiempo hasta ahora, esta desatención ha intentado ser subsanada por la emergencia de un campo de investigación interesado en el fenómeno de concentración de poder en actores con capacidad de influencia. Así, en aras de rescatar o recuperar la herencia teórica del elitismo tradicional y también la literatura que ha tratado a los ‘grupos de interés’ y ‘grupos de presión’, se ha sugerido avanzar hacia un ‘enfoque integrado’, que sea capaz de articular y hacer dialogar ambas tradiciones intelectuales (Milner 2015; Scott 1990).

Bajo el presupuesto mencionado es posible considerar a las organizaciones del gran empresariado como parte de una ‘élite económica’ y también como ‘grupo de presión’. Esta articulación se puede hacer porque la literatura retrata que en los hechos, las asociaciones empresariales actúan coordinadamente frente al poder político para incidir a su favor en los asuntos públicos (Binderkrantz 2005; Linz y de Miguel 1966), utilizando recursos en forma estratégica para incidir en la orientación de decisiones gubernamentales y legislativas (Thrift 2006). Sin embargo, esta actuación sólo es posible en la medida en que se trata de una ‘élite’, al estar compuestas por individuos en posiciones de conducción, y con recursos de poder extraordinarios, que pueden ir desde la dimensión material hasta la dimensión simbólica.

Antes bien, consideramos que la línea de análisis propuesta puede ser un buen insumo teórico para acercarse a observar el fenómeno de las élites en algunos países, como bien puede ser el caso chileno el cual interesa ilustrar en esta breve reflexión.

En efecto, en Chile, la élite empresarial ha sido desde siempre un actor social relevante, de gran influencia en el espacio público y en la clase política. En la historia más reciente, podemos distinguir que a mediados del siglo pasado tuvo una colaboración ‘estrecha’ con los gobiernos nacional-populares en materia de planificación y gestión gubernamental; también participó activamente en la creación de instituciones como el Banco Central, el Ministerio de Agricultura, el Ministerio de Fomento, entre otras; y muchos de sus dirigentes ocuparon altos cargos de gobierno, transitando desde el sector privado al sector público y viceversa. Incluso, uno de ellos llegó a ser Presidente de la República, como fue el caso de Jorge Alessandri Rodríguez (1959-1964).

No obstante, conforme avanzó el proceso de profundización de la democracia, el rol de este grupo social se fue modificando, comportándose cada vez más como ‘grupo de presión’. Este comportamiento se puede apreciar con claridad en ciertas ‘coyunturas críticas’ de la historia de Chile, como fue el caso de la reforma agraria y la reforma a la propiedad de 1967, que modificaron la concentración de la propiedad en muy pocos propietarios (no más del 10% de la población concentraba el 86% de las tierras dedicadas a la agricultura). Ante esta evolución del sistema político, la élite empresarial ofreció resistencia y retiró su apoyo al presidente Eduardo Frei Montalva, al que había sufragado en la elección de 1964 para evitar que Salvador Allende llegara a La Moneda.

 Sin embargo, durante el gobierno del presidente socialista (1970-1973), los empresarios tuvieron un cometido más agresivo aún, ya que la profundización de la reforma agraria y la expropiación de empresas privadas cambiaron la distribución de poder de la sociedad chilena. Esto llevó a la élite empresarial a protagonizar una ‘acción colectiva’ articulada con otros sectores económicos, en la que se buscaba la desestabilización del gobierno y la intervención de los militares (Campero, 1984). Así fue como la élite apoyó el golpe de Estado de 1973 (Osorio 2019), y luego, en dictadura, abandonó su actuación confrontacional adoptando una postura de apoyo a los dictámenes de la Junta Militar. Este apoyo fue particularmente fuerte en materia económica, donde los empresarios no pusieron mayor resistencia a las transformaciones implementadas por los ‘Chicago Boys’, lo que se debió fundamentalmente a que los cambios implementados fueron favorables para aumentar su capital y riqueza, gracias a las privatizaciones y al nuevo modelo de ‘economía pura de mercado’ al decir de Linz y Stephan (1996). Y en el orden de lo político, la élite apoyó formalmente la Constitución de 1980, porque esta institucionalidad consagraba un tipo de democracia ‘autoritaria y protegida’ que permitía la continuidad de la obra de Pinochet en democracia con reglas destinadas a preservarla.

El enfoque que articula la tradición del elitismo con los grupos de presión vuelve a ser útil para observar el comportamiento político del empresariado chileno en democracia. En efecto, a partir de 1990 este actor social abandona la postura ‘pasiva’ que le caracterizó en dictadura, para volver a intervenir directamente en el curso del proceso político al comportarse nuevamente como un agresivo ‘grupo de presión’, salvo que lo que se jugaba en esta oportunidad no era el tipo de ‘modo de producción’ como en la década del 70’, sino el ‘modelo de democracia’ y el ‘modelo de desarrollo’. Por ello, algunos intelectuales llegan a interpretar el cometido de las organizaciones empresariales como símil de un partido político de extrema derecha, desde el cual se ha defendido acérrimamente la economía neoliberal y el bastión institucional que la ha sostenido, la actual Constitución heredada de la dictadura.

Desde luego, esta defensa a la que hacemos mención ha tenido diversas líneas o cursos de acción. Así, por su condición de élite representante del gran empresariado, ha estado presente en todos los canales abiertos por los gobiernos democráticos, participando a través del lobby, comisiones parlamentarias, asesorías técnicas, diálogos en la Casa de Gobierno, entre otras instancias de acuerdo con la élite política, prescindiendo del Sindicato de Trabajadores, la CUT. Luego, en calidad de ‘grupo de presión’ han movilizado inestimables recursos por ‘circuitos extrainstitucionales’, como fue el financiamiento ilegal de campañas políticas a gran parte de los partidos entorno ideológico desde 1990 hasta 2016, fecha en que se regularizó legalmente esta situación. Y, finalmente, para fortalecer las estrategias de acción anteriores, la élite ha intervenido activamente en medios de comunicación masivos a través de diversos ‘dispositivos culturales’, que van desde el financiamiento de universidades y centros de estudios, elaboración de columnas y artículos de contingencia política en diarios y revistas, apariciones periódicas de sus dirigentes en televisión, hasta documentos con propuestas para la Nueva Constitución.

Referencias

Binderkrantz, A. (2005). “Interest Group Strategies: Navigating between Privileged Access and Strategies of Pressure”. Political Studies (53), 694-715.

Campero, G.(1984), Los gremios empresariales en el período 1970-1983: comportamiento sociopolítico y orientaciones ideológicas, Santiago: Instituto Latinoamericano de estudios transnacionales

Linz, J., & de Miguel, A. (1966). Los empresarios ante el poder público. Madrid: Instituto

de estudios políticos.

Linz, J., & Stepan, A. (1996). Problems of Democratic Transition and Consolidation.

Baltimore: The John Hopkins University Press.

Milner, M. (2015). Elites. A General Model. Cambridge: Polity Press.

Osorio, A.(2019), La cultura política de la élite empresarial chilena. Un análisis comparado de los dirigentes gremiales de la Sociedad Nacional de Agricultura y la Sociedad de Fomento Fabril (2018–2019), Tesis doctoral, Madrid: Universidad Complutense de Madrid.

Scott, J. (1990). Corporate Business and Capitalist Classes. Oxford: Oxford University Press.

Thrift, N.(2005), Knowing Capitalism, California: SAGE Publications Ltd.

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