Todos los habitantes de la ciénaga tienen nombre. Y yo, con el más bello canto, sigo esperando al príncipe que me descubra. Si nadie puede llamarme es como si no existiese. Nadie se adentra en mi hogar. Mis fieles defensores no desean que me encuentren. Por fin, has llegado. Tus manos agrietadas por la cortadera se acercan atraídas por mi dulce rumor. Entrego mi vida a cambio. Y tú recibes una hija cuando ya ninguna esperanza te quedaba. Así sea.
Autor
Rafael Sánchez Pérez
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Rafael Sánchez Pérez