Nosotros
los que hemos dejado mucho atrás,
escribimos medio sonámbulos,
aturdidos por el sueño,
queriendo siempre despertar a un no sabemos qué.
Escribimos más por necesidad que por placer
y solo la poesía nos salva de la locura y de la muerte.
Nos sentimos cómodos leyendo a Baudelaire, a Rilke,
y a Bukowski aunque no escribamos como ellos.
No sabemos quiénes somos.
Caminamos entre abundantes penumbras.
Buscamos con ansias el amor o, al menos, eso creemos.
Nos llaman bohemios, nos piden que asentemos cabeza,
que seamos realistas…
Pero nosotros nos conformamos con poco:
papel o cualquier cosa en que podamos fijar letras,
un lápiz,
una tarde de octubre despejada o teñida de nubes grises,
pájaros que aturdan nuestros sentidos
y,
si es posible,
unos ojos distraídos
que sostengan la mirada.
