Revista Literaria de Estudiantes de la Facultad de Filología – UNED

El insomnio y un pequeño calcetín

Una mañana observando un pequeño calcetín, sucio y olvidado, viste desaparecer los plurales. Una mañana tras varios meses de insomnio y pesadillas descubriste que ya no comías porque sin Ella nunca llegaba la hora de comer y ya no dormías pues tu sueño era Ella.

El calcetín estaba en el suelo. Tú te sentaste a su lado, sin tocarlo, como si quisieses conservar sus huellas y lloraste. Lloraste por el calcetín que perdiera su pareja. Lloraste por el calcetín sin futuro al que su pie había olvidado. Lloraste por el calcetín sin pensar que el calcetín eras tú.

El insomnio no es realidad ni sueño, no es verdad ni fantasía. El insomnio es un estado de conmoción.

Así fuiste perdiendo tus lágrimas y acabaste yendo a buscar una botella. Cuando volviste a encontrarte con el calcetín hallaste, un cambio de sentido, una nueva posibilidad. Acercaste muy despacio la nariz y tomaste aire muy profundamente. Su olor fue un viaje a al pasado. Te viste masajeando sus pies y la observaste hasta sus ojos donde fijaste la mirada. Ella sonreía. Fue solo un segundo. Aterrizaste en el pasillo, en medio del dolor y afectado en extremo abriste la botella sin piedad.

La primera noche de insomnio la ansiedad te puede y no duermes por falta de silencio en tu diálogo mental, por falta de relajación, lejos de descansar te consumes.

24 horas después de encontrar el calcetín sentías como había dejado de caminar y los dos, inmóviles, veíais como el tiempo se alejaba de vuestros sueños. No podías llamarla, ella te lo había pedido y tu necesidad de salvar aquel calcetín de tu propio destino reconocías parecía una disculpa.

Oliendo, llorando y bebiendo pasaste las horas.

La segunda noche de insomnio es obsesión. Es la repetición permanente de una idea temeraria. La segunda noche es un fotograma que se repite, una palabra que vuelve a empezar.

Intentabas dormir en la cama cuando pensaste que el olor se podía acabar. Entonces decidiste acostarte a su lado. Oliste el calcetín y te tumbaste dejándolo donde estaría su cabeza si aquello fuese una cama y los tiempos mejores. Como no conseguías dormir empezaste a oler de forma compulsiva. Cada vez que olías aquel calcetín volvías por un segundo a estar con Ella. ¿Cuántos segundos de olor tendría aquel calcetín?

48 horas después de encontrar el pequeño calcetín la buscabas incluso en los libros que había leído pero ni rastro de su olor. Encontraste, eso si, alguna palabra escrita en una nota, pelos en el desagüe de la ducha y unas galletas que a Ella le gustaba comer. No paraste de buscar.

La tercera noche de insomnio es la del miedo.

Sabías que perder la felicidad había sido muy grave y temías olvidarla fuese mortal. Aferrado a su recuerdo creías que desaparecerías si la olvidabas.

Así pasaste la noche, intentando salvar tu vida, buscando su olor por la casa.

72 horas después de encontrar el calcetín una factura de una compra en un supermercado te cambió el gesto. Leyéndola podías verla sentada a la mesa, podías sonreír por un viejo chiste que Ella te había contado. Con el nombre del champú pudiste con los ojos cerrados oler su pelo.

Con aquella factura pasaste el día reviviendo un pasado compartido y sólo cuando recordabas que era pasado volvías a llorar. La cuarta noche de insomnio es la locura. Los límites de la realidad y la imaginación desaparecen. El lugar del sueño se convierte en la tierra de los esclavos del insomnio.

Buscabas desesperadamente un recuerdo con su olor y esa noche lo encontraste. Entrabas en la habitación para seguir revolviendo el pasado. Tu rumbo era un círculo que rodeaba cada posibilidad de un recuerdo en plural. Hasta que de pronto oíste unos gemidos y al mirar hacia la cama os encontraste allí practicando el verbo que más os gustaba. La viste a Ella. Te viste a ti haciéndolo con Ella y te sentiste celoso. Intentaste moverte y no podías. La viste a Ella amándote y quisiste llorar pero te fue imposible.

Así pasaste la noche, atrapado viéndoos disfrutar del placer. Sintiendo el calor que desprendíais, los olores que se intensificaban, vuestros sonidos que se acompasaban… Pasaste la noche sin poder advertiros sobre el peligro del futuro, sobre la gran importancia de aquel presente. Los viste dormir tan despreocupados tan profundamente relajados…

A las 96 horas de encontrar el pequeño calcetín Ella se levantó de la cama. Se dirigía hacia ti que seguías inmóvil en la habitación. No temblaste porque no podías. Entonces Ella te atravesó como si no existieses y en el armario tomó una camiseta tuya. Cuando salió hacia el cuarto de baño volviste a mirar hacia la cama y tú ya no estabas allí. De tu garganta surgió un grito, volvías a estar dentro de ti. Corriste a buscarla pero Ella también había desaparecido. Lloraste con desesperación unos minutos y luego pensaste en la camiseta. ¿Habría desaparecido? La buscaste en el baño y nada pero en el armario con el resto de tus camisetas bien doblada, casi en el fondo allí estaba. Aspiraste con desesperación y suspiraste aliviado. Era Ella. Llevaste la camiseta a la cama te tumbaste a su lado te relajaste de tal modo que antes de dormir sólo conseguiste meter una mano dentro de la camiseta perfectamente estirada.

Autor

Brais Ocampo

Subido por:

Marta González García