Propuestas para pensar los resultadosde las elecciones andaluzas

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17/12/2018 – María Jesús Funes (UNED)

Tras el impacto de los resultados de las elecciones andaluzas hemos visto múltiples análisis con la mirada puesta más allá de Andalucía, inevitablemente, se interpretan en clave nacional. La mayoría se centran -dado el diseño institucional de nuestra democracia y, por ende, del discurso político hegemónico- en la aritmética electoral, en porcentajes de voto, número de escaños o en especulaciones sobre los partidos políticos. Pero esto se queda corto[1] y por ello propongo una reflexión desde otro prisma más próximo a los “otros (auténticos) actores”. Los estudios de cultura política donde enmarco mi propuesta analizan los fenómenos políticos más allá de los acontecimientos, interpretando éstos como indicadores, avisos, expresiones de algo que tiene más recorrido. Reflexionan sobre la vida sociopolítica, como se diría ahora, “poniendo las luces largas”.

Son muchos los aspectos políticamente relevantes de estos comicios pero enfoco dos. El primero la entrada de la extrema derecha en el parlamento andaluz con mucha fuerza (12 escaños); el segundo la pérdida de votos de quienes se presentaron hace muy poco como los adalides de la esperanza, la justicia social y la renovación y que en estas tierras y ahora se denominaban Adelante Andalucía, que han perdido 300.000 votos y tres escaños. Me centro en los dos extremos del arco ideológico de la política representativa. ¿Tiene algún sentido analizarlos conjuntamente? ¿Pretendo mostrar, por alguna razón, alguna similitud? Ideológicamente se ubican en las antípodas pero interesa aplicarles el mismo análisis. Explico por qué.

Algunas elecciones permiten visualizar parte de una información que está, en buena medida, oculta. Los estudios de opinión siguen su pista pero, de vez en cuando, nos encontramos con sorpresas que muestran la conveniencia de revisar, permanentemente, nuestros procedimientos de medida, indagación, e interpretación. Lo que planteo es que hay determinados sucesos que dado su peculiar valor informativo podemos calificar como eventos iluminadores o reveladores porque transforman el significado habitual del hecho de que se trate aportando datos no previstos (pueden ser  convocatorias electorales pero también otros). Son acontecimientos que ponen negro sobre blanco algo que no se veía pero que se estaba gestando, que estaba ahí. El 15M fue un claro ejemplo, estos comicios podrían serlo.

En la contraportada del libro Talking about Politics Walsh (2004) afirma: “la gente habla de política todo el tiempo y los científicos ignoran esta dimensión lo que significa perder una información relevante sobre cómo funciona la política en la práctica real”. Y es que, del mismo modo que los ciudadanos perciben que los políticos viven en una realidad que no es la suya, el fenómeno se plantea de pronto a la inversa. Y entonces son los políticos los que se dan cuenta de que los ciudadanos viven en un mundo que desconocen, del que por momentos creen tener algunas claves interpretativas, pero, de vez en cuando, se hace palpable que por ignorarles “pierden una información relevante sobre cómo funciona la política en la práctica real”. La autora atribuye carácter político no (sólo) a lo que ocurre en las instituciones, elecciones,… sino a lo que ocurre en las calles, las familias, los trabajos,… y éste es el enfoque al que me refiero. No prestar atención suficiente (o no saber cómo hacerlo) a las expresiones políticas de los ciudadanos más allá del voto, inclusive, hasta el punto de creer que no existen, puede ser la razón de estas sorpresas ¿Explica esto lo imprevisto del voto de Vox? Cambiarlo ¿podría darnos claves de por qué se han quedado en casa miles de ciudadanos de izquierda?

Una nueva corriente se instauró en los estudios de cultura política a partir de los 80/90 del pasado siglo[2]. Sus propuestas siguen siendo fecundas para estudiar lo “no tan evidente” y necesarias para complementar los estudios clásicos que señalan una única línea de acción: la que va de los profesionales, políticos, medios de comunicación,… que producen y difunden discursos al otro lado en que se consumen y reproducen. Gamson en su Talking Politics (1992) señalaba que la comunicación que elaboran las élites trata de producir pasividad, aquiescencia, o indiferencia hacia la política, que existe una industria dedicada a distraer para que la gente no esté atenta. Pero, según el autor, los ciudadanos no son meros receptores sino que reelaboran los discursos que reciben pasándolos por tres filtros: la experiencia personal, la sabiduría popular y la construcción intersubjetiva, adoptando distintas estrategias (reacomodo, evasión, resistencia,…). La consecuencia es que hay margen político propio para quienes no ocupan posiciones de poder y lo que parece aceptación o indiferencia pueden ser estrategias de resistencia.

Siguiendo este marco teórico realizamos un estudio en 2011 y 2012 (que replicamos ahora al final de la década) en el que propusimos a los participantes imaginar cómo les gustaría que fuesen la política y la democracia, confrontándoles con la realidad y con el rol que desempeñan ellos mismos en estos ámbitos. Al hilo de lo que nos ocupa resalto dos hallazgos, posturas no centrales pero significativas: dos estrategias de resistencia. Por una parte, una opción alarmantemente crítica, ácida, corrosiva, a cuyo diagnóstico de situación denominé Política Depredadora que en términos de ciudadanos producía sujetos políticos desde la precariedad: rabia, frustración, percepción de abandono, donde, incluso, se colaba el reclamo a la violencia (discurso medio oculto entre bromas, risas,… pero contundente: “que les corten la cabeza”, “otra guerra civil”, “que les den los trabajos más duros, que sepan lo que es sufrir”), discurso desgarrado que busca creer en algo para liberarse de la amargura.  La otra, de carácter propositivo, la denominé la Política de Proximidad y al tipo de ciudadano correspondiente sujeto político en sesión continua. Un discurso también muy crítico pero que optaba por responsabilizarse, por dar un paso adelante reclamando la política para sí, el cambio de escala, la gestión de lo común desde la cotidianeidad.

¿Qué vincula estos posicionamientos? La crítica, no a los políticos profesionales que era más amplia, sino a la fórmula de la representación reclamando una participación más cercana. Una sensación de insatisfacción formulada en términos de fraude, saqueo, explotación, la política vista como maquinaria que “vampiriza” que vive “de” los ciudadanos y no “para”. Un reclamo de “certezas” que veían más fácil encontrar en fórmulas nuevas que en las tradicionales, evidenciando el desgaste de estas últimas. La demanda de otros procedimientos: “partidos de gente como nosotros,…”; “la política de mi patio de luces”, “lo pequeño y accesible,…”. Todo entreverado de emoción -negativa pero también positiva, es decir, rabia y enfado pero también ilusión, entusiasmo y energía- emoción que buscaba apropiación. Este deseo de apropiación se ve en otros estudios y parece tener relación con el aumento del nivel de estudios y con una autopercepción de capacidad, un refuerzo de la eficacia política interna.

El sujeto en sesión continua y parte del sujeto desde la precariedad configuraron el 15M y se mantienen en ámbitos institucionales y, sobre todo, en lo no institucional. Ciertamente, han pasado 6 ó 7 años pero los cambios no se producen a tal velocidad que invaliden las preguntas: ¿podrían estos dos perfiles explicarnos algo hoy?  ¿Expresa el voto de VOX esa estrategia de resistencia que mostraba rabia pero buscaba una salida? ¿Será la abstención de la izquierda otra estrategia de resistencia, rabia y desánimo de los entusiasmados que redireccionan su camino? ¿Supone esta abstención negación de lo político o reafirmación?

No quiero aludir a las explicaciones fáciles: determinada percepción de la inmigración, el procés catalán, el cuestionamiento de las autonomías, la desilusión ante el cambio de prácticas en Podemos, la decepción ante los límites de la política institucional (teniendo en cuenta, además, que buena parte de sus activos cuestionaron la entrada en las instituciones),…todo eso ya lo sabemos. Lo que quiero es retomar la idea de Gamson y Walsh sobre la capacidad de los ciudadanos para construir política mediante estrategias contra-hegemónicas, actualizándola con algunos hechos que multiplican su potencia explicativa.

En primer lugar, las nuevas tecnologías de la información relegan la comunicación de los líderes, incluso de los medios tradicionales, y facilitan un importante grado de autogestión comunicativa, un intercambio horizontal al margen del control de los actores convencionales de la política y de las instituciones de poder, con una capacidad de expansión extraordinaria. Segundo, el aumento del nivel de estudios ha mejorado la sensación de capacidad y seguridad para actuar, decidir, opinar,…. Tercero, la crisis económica ha lastrado la vida de muchos en una España que no se recupera de las heridas sino que las cronifica. Junto a ello, se desvanece el efecto apaciguador y cohesionador del discurso/mito de la transición política, en parte por el relevo generacional y en parte por la evidencia de algunas deficiencias cada vez más obvias (Benedicto, 2006). Dejo para el final el descrédito de los partidos responsables de estructurar la vida política y de sus líderes, que tienen más dificultad para conculcar voluntades, fidelizarlas y, por lo tanto, para mantener la estabilidad a la que estábamos acostumbrados. ¿Qué diría Gamson si pudiera observar este contexto, cómo valoraría esa capacidad creativa que apuntaba? Parece razonable pensar que aumentaría.

Si pensamos más allá de los marcos cognitivos de las ideologías clásicas, podríamos interpretar la actualidad como indicador de un tiempo distinto. Y, en vez de temer (o al tiempo que tememos) el retorno de la extrema derecha o el deterioro de la izquierda, podemos considerar que, tal vez, progresivamente aparece otro contexto, más caótico en el sentido de no encajar en el orden acostumbrado, mas errático, porque aparezcan y desaparezcan estrategias de reacomodo o resistencia que no sigan lealmente a los partidos sino que fluctúen y que puedan hoy encontrarse en VOX y mañana…, o que modifiquen la arena política desde otros ámbitos,… Un panorama menos previsible producto de las transformaciones sociales, económicas y culturales que habría que leer desde otros códigos.

Referencias

– Benedicto, Jorge (2006) “La construcción de la ciudadanía democrática en España (1977-2004): de la institucionalización a las prácticas”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas (REIS), 114 (1), pp. 103-136.

– Fernández Mosteyrin, Laura y Morán, María Luz (2014). “Encontrar la cultura: estrategias de indagación para el análisis sociopolítico” en Revista de estudios Sociales nº 50. Bogotá, págs.:43-56.

– Gamson, Williams (1995) Talking politics. Cambridge University Press.

– Walsh, Katherin Kramer (2004). Talking about Politics: Informal Groups and Social Identity in American Life. The University of Chicago Press.

[1] De hecho, tras los primeros días vamos viendo estudios de otro tipo.

[2] Mágnífica presentación de estas aportaciones analíticas en Fernández de Mosteyrín y Morán (2014).

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1 comentario

  1. Un buen análisis, estoy de acuerdo, aunque también veo otra razón simple: creo que la aparición, el aumento de su presencia y la consolidación de la extrema izquierda atrae, como polos opuestos, a la extrema derecha.

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