BREVE GUÍA ÚTIL PARA NO ENTENDER A KUROSAWA
Por José Luis Muñoz de Baena.
Profesor de Filosofía del Derecho de la UNED
Hay un medio: llegar hasta el final. Madadayo (1993), su último filme, es un historia sobre el amor. El amor de un viejo profesor a su mujer, a sus alumnos, a su gato. Una historia ferozmente bella, un cuento infantil de sencillez casi increíble, rodado con la experiencia del anciano y en la cual palpita la inocencia recuperada del niño. No casualmente, el último plano de ese filme tiene por protagonista a una criatura: el viejo que siente próximo el fin se sueña infante. Hay un documental sobre Kurosawa, rodado por Alan Low en 2001, que muestra una escena increíble: el final de Madadayo. Kurosawa grita corten, felicita al equipo, se dirige al niño, habla con él: rodaje sobre rodaje, cine sobre cine, un anciano y un niño reales emergen del fin de una historia que termina con un niño y un viejo imaginarios. La última imagen que conocemos del hombre se solapa con la toma final de su último filme: no hay costuras, nada por aquí, nada por allá, los dos son el mismo. Lo vemos, aún alto y digno, y al instante sabemos que vivirá cinco años más, pero su tiempo y su mundo han acabado. Era cierto, Kurosawa menos cine es igual a nada.
Poco más queda que decir. Con este entusiasmo, entran ganas de volver a ver la filmografía de Kurosawa.
Algo que decir sobre la figura del bufón en Ran?
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