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CINE|Luis G. Berlanga. In memoriam


Luis García Berlanga falleció el pasado sábado. Director y guionista,  nació en Valencia en 1921, en el seno de una familia burguesa. Su abuelo había sido gobernador civil de Valencia y su padre fue diputado durante la Segunda República por Unión Republicana.  Cuando su padre ingresó en prisión por formar parte del Frente Popular, Berlanga, que estudiaba Derecho y Filosofía y Letras, abandonó la Universidad para enrolarse en la División Azul con la intención de que las autoridades tratasen con benevolencia a su progenitor.
En 1947 ingresó en la primera promoción del Instituto de Investigaciones Cinematográficas de Madrid junto con J.A. Bardem,  alumnos rebeldes, codirigieron su primera película «Esa pareja feliz» (1951)  que supuso un soplo de aire fresco al cine español de postguerra. Después dirigió una de sus obras definitivas ¡Bienvenido, mister Marshall!, un encargo que nace bajo tres condiciones: «Que saliera Lolita Sevilla, que pasara en Andalucía y que fuera de risa». Más o menos, las cumplieron. Era el inicio del cine moderno en España y los cimientos del estilo Berlanga: humanista, ácido, humor negro, cronista feroz de finales agridulces a través de su visión crítica y esperpéntica de la realidad política y sociocultural española.
Después de obras marcadas por el gris de la época «Novio a la vista» (1954), «Calabuch« (1956), «Los jueves, milagro« (1957), Berlanga conoce al guionista Rafael Azcona, látigo dialéctico, y aparece en su cine la incomunicación, la insolidaridad, cierta crueldad y a la vez mayor humanismo: «Plácido» (1961) y «El verdugo« (1963) son obras maestras del cine mundial. Posteriormente ni «La boutique» (1967) ni «¡Vivan los novios!» (1970) estuvieron a la altura de las anteriores. En Francia filmó «Tamaño natural« (1973), su último trabajo en el franquismo y el primero en el que da rienda suelta a su fascinación por el erotismo. 
La democracia trae también el Berlanga más coral y político, aunque también más trivial, el de la trilogía de los Leguineche: «La escopeta nacional» (1977), «Patrimonio nacional» (1981) y «Nacional III» (1982). «La vaquilla» (1985) supuso un triunfo abrumador de crítica y público justo antes de convertirse en 1986 en el primer cineasta que recibía el premio Príncipe de Asturias de las Artes. Su lado más fallero se muestra en «Moros y cristianos» (1987) y en «Todos a la cárcel» (1993), con la que consiguió el Goya al mejor director. Su última película, «París-Tombuctú» (1999)
Como homenaje, la Mediateca ha organizado un «punto de interés» con su filmografía,  de la que podrá llevarse en préstamo los siguientes títulos
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