Si todas las guerras tienen un punto absurdo y, lo que es peor, son casi siempre evitables, la Gran Guerra de 1914-1918 cumple, sin duda, con ambos requisitos. Pocos conflictos suscitaron en sus inicios mayor entusiasmo por parte de sus contendientes y ninguno, excepción hecha de la II Guerra Mundial, causó tanta muerte y destrucción. En ella participaron dos grandes bloques: por un lado, las potencias centrales, integradas, básicamente, por Alemania y los imperios Austro-Húngaro y Otomano; por otra parte, las potencias aliadas, formadas por Gran Bretaña, Francia, Rusia (hasta 1917) y desde ese mismo año, los Estados Unidos. El conflicto se dirimió no sólo en suelo europeo, sino también en las colonias y áreas de influencia de las respectivas naciones en litigio. De ahí su carácter de “mundial”.

La chispa que encendió la guerra es bien conocida: el 28 de junio de 1914 eran asesinados en Sarajevo el archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa a manos de un nacionalista serbio. Ello provocó la invasión de Serbia, aliada de Rusia, por parte de Austria-Hungría y a partir de ahí las alianzas y los intereses de los unos y los otros hicieron el resto. Un hecho curioso y diferencial respecto a la II Guerra Mundial fue que los frentes se mantuvieron prácticamente inalterados durante meses e incluso años, a pesar de los violentísimos y devastadores combates. Fue, sobre todo, una guerra de trincheras, en la que las respectivas artillerías se encargaban de desgastar y de diezmar a las tropas enemigas. Pero también fue una guerra naval y en menor medida, aérea. El número exacto de muertos es aún hoy difícil de determinar, pero se sabe que rondó los diez millones de personas. A ello hay que sumar una ingente cantidad de desaparecidos, heridos y  mutilados, que, en su conjunto, casi triplica la de muertos. Respecto al total de tropas movilizadas, causaron baja un 52’3% en el bando aliado y un 67’4%  en el de las potencias centrales, cifras ambas escalofriantes que nos dan la medida de la crueldad y dimensiones del conflicto.

Como en todas las guerras, la de 1914-1918 propició también grandes avances en el área de la ciencia y de la técnica, sobre todo en los campos de la aviación, la navegación, la medicina o las comunicaciones. Desde el punto de vista socio-político, la necesidad de contar con los hombres para la movilización de tropas hizo que la mujer se incorporara en masa al sector productivo, abriendo con ello un camino sin retorno. Asimismo, puede considerarse en gran medida como una consecuencia de esta guerra la Revolución Rusa. Además, las condiciones draconianas impuestas a las Potencias centrales por el tratado de Versalles supuso un excelente caldo de cultivo para la ascensión del nazismo.
Por último, cabe destacar el hecho de que esta guerra fue el primer gran conflicto bélico del que existe un gran número de filmaciones, no sólo del frente propiamente dicho, sino también de las personalidades civiles y militares de la época, así como de las ciudades y de la vida cotidiana de sus habitantes. De la filmografía producida en documental o ficción, la Mediateca de la Biblioteca Central cuenta con un notable número de títulos que pone a disposición a quien le interese conocer este conflicto bélico a través de documentos en  formato audiovisual.
Filmografía sobre la I Guerra Mundial