(XLI) CENIZA
Hoy soy toda la tristeza que me cuelga de los ojos.
Hoy vuelvo a ser un río sin agua
y una ciudad sin luces.
Llevo entre los dientes los verbos contados
porque esta distancia nuestra
me da todo el silencio que te habita.
Le he dibujado un hogar a mi soledad
junto a las cruces de mi espalda.
Aun así,
creo que será fácil olvidarte,
precisamente a ti,
que llegaste luz para bañarme el pecho,
porque en esta jaula solo hay sitio para uno
y en mis manos no caben más derrotas.
Voy a hacer que seas
mi última decepción.
Voy a borrar tus huellas
y perderme en el camino.
Entiende que puse tu cuerpo en mi herida,
fuiste tú frente al daño
y ahora, este abandono que me dejas,
es solo otra marca sobre la misma rojez.
Debes saber que fuiste la vez
que más me quise a mí mismo
queriéndote a ti.
Que sé que para ti la soledad es compartida
que siempre habrá alguien en tus noches
sobre quien puedas derramarte
y quizá así olvidar
que tú también me llevas en el pecho.
No me asusta decir que
dueles.
Que fuimos tanta saliva sobre el fuego
que ahora solo somos ceniza.
No pasa nada.
Sé recogerme los pedazos.
Sé cerrar puertas
como sé coser heridas.
Sé llover
sobre el recuerdo más triste
de tu último invierno.
Sé que todo el mar que llevo dentro
volverá ser el mismo embiste,
que las rocas de mi costa
seguirán siendo un cuchillo
y que desnudaré otras pieles
y otros ojos
y otras bocas
y haré del espacio en el reloj
nube, calma y flor.
Volveré a ser todo lo que creía ser
cuando tu pecho me recogía el pelo
y tú respirabas de mis labios
la humedad de tu cadera
mientras tejías en mi nuca la yema de tus dedos.
Entiende que esta es mi última despedida.
Te he gastado en demasiada tinta
y has mojado casi todos mis folios.
No pasa nada
si hoy soy toda la tristeza que me cuelga de los ojos.
No pasa nada
si de ti me llevo el silencio
o si soy soledad y herida.
No pasa nada
si crees que estaré
presente en otros cuerpos.
Porque esta es mi despedida.
Y recuerda, siempre,
que mi corazón es de oro
y mis ojos están limpios
que mi boca es agua
y mi lengua el viento
que habría peinado
todas las heridas que traías en la espalda.
Que en esta parte de mi orilla
el cielo es cristal
y que mi verdad y mi certeza
habrían sido parte de nuestro todo.
Que te hice un ovillo con las manos
para que pudieras dormir los mismos miedos
que hoy alejan tu tacto del mío.
Recuerda,
siempre,
esta despedida,
amor,
porque será lo último que tengas de mí.