Ampliando el debate sobre las consecuencias del cambio demográfico: ¿qué pueden aportar las nuevas narrativas sobre vejez y dependencia?

0

18/12/2019 – Celia Fernández-Carro (UNED)

El cuidado a la dependencia se ha convertido en un asunto de interés público de primer orden en un tiempo récord. Teniendo en cuenta que su origen como objeto de estudio se sitúa en las investigaciones feministas que hace más de medio siglo analizaron las desigualdades de género provocadas por la división sexual del trabajo, ¿por qué es ahora cuando el cuidado ha logrado un lugar estelar en la agenda política, medios de comunicación y opinión pública? Sin duda, la respuesta está en su visibilización como actividad de mercado. La creación de sistemas públicos de atención a la dependencia, en un contexto demográfico que apunta a un aumento sin precedentes de población por encima de los 65 años, hizo que las administraciones se preocuparan por cuantificar el valor monetario de esta actividad, que hasta entonces permanecía oculto por tratarse de un trabajo reproductivo y feminizado.

En este escenario cabe preguntarse si el imaginario colectivo sobre el cuidado a la dependencia refleja fielmente la compleja constelación de personas que cuidan y son cuidadas. La respuesta es que no. O no totalmente. El alcance de la denominada “crisis de los cuidados” – desajuste entre el volumen de población que potencialmente va recibir y dar cuidados – ha hecho que el foco se centre, sobre todo, en la ayuda que prestan hijos e hijas, fundamentalmente estas últimas, a sus padres y madres mayores. Ese protagonismo del cuidado intergeneracional alimenta una imagen sesgada de los flujos de apoyo, en los que las personas mayores aparentan ser meros receptores. En último término, la dependencia se dibuja como una condición inherente a la última etapa de la vida, reforzando los estereotipos negativos que correlacionan vejez e improductividad, aislamiento y declive.

Llama la atención la persistencia de esta equiparación dados los cambios que están experimentando las dinámicas de apoyo. Por un lado; la población que tradicionalmente ha asumido la atención a las personas mayores está descendiendo. Por otro, las condiciones que permitían dicha atención también se están transformando. Si bien es indudable que la persona cuidadora de mayores arquetípica en España sigue siendo una mujer, con una edad comprendida entre los 50 y los 60 años, casada, con estudios primarios y sin empleo remunerado (Durán Heras 2016), fenómenos como el descenso de la fecundidad, la masiva incorporación de las mujeres al mercado laboral, la importancia creciente de las aspiraciones y elecciones individuales o la mayor movilidad geográfica de las generaciones jóvenes, están dando paso a la aparición de nuevos perfiles de personas cuidadoras dentro del ámbito informal. Uno de estos perfiles son las personas mayores que cuidan de otros mayores.

Ya a principios de la década de los 90 se observó que una importante proporción de los familiares que atendían a personas mayores tenían también una edad avanzada (Wenger, 1990). Desde entonces, la edad media de los y las cuidadoras informales, así como el porcentaje de población mayor que asiste a alguna persona de edad similar, ha aumentado. Los pocos datos existentes en España muestran que entre un 20% y un 33% de personas mayores de 65 años estaban cuidando a una persona mayor con problemas de salud (Fernández Carro et al., 2019; Sundström et al., 2018). En países como Reino Unido, EE.UU. o Australia el panorama es muy similar (Age UK, 2016; Carers Trust, 2015).

Para lograr una visión realista del papel que tienen las personas mayores en las dinámicas de cuidado es imprescindible reflexionar sobre qué entendemos por dependencia y qué hay de cierto en su equiparación como sinónimo de vejez. En este sentido, una serie de propuestas teóricas que Fernández Ballesteros (2011) integró en la denominada Red Nomológica del Envejecimiento Positivo[1] abrieron el camino para reconocer el potencial de las personas mayores como agentes sociales y revertir el significado negativo de la vejez. Herederas de estos enfoques son las nuevas narrativas que proponen superar “la noción cerrada, estrecha, universal y sin visión temporal del análisis de las necesidades de cuidados que tenemos las personas. Además, se proponen dar un giro en las connotaciones negativas con que la noción aparece en la esfera pública y en la vida política” (Martín Palomo, 2011: p. 58). Se trata de que la dependencia deje de ser considerada un proceso que únicamente experimentan las personas mayores, dado que en todas las etapas de la vida los seres humanos interaccionamos con otras personas para tomar decisiones o realizar actividades. El que la autonomía sea un valor en alza en las sociedades contemporáneas y permanezca contrapuesta a la dependencia, convierten esta última en un estado poco deseable, vergonzante incluso, que estigmatiza a la persona y la excluye. Superar la dicotomía autonomía-dependencia permitiría conceptualizarlos como estados relativos, que pueden solaparse en el tiempo, a veces incluso hasta siendo reversibles. En segundo lugar, el axioma vejez-discapacidad-dependencia debe ponerse en duda cuando esas experiencias son presentadas como estadios de un mismo proceso. Reconociendo que el envejecimiento biológico implica un irremediable deterioro de la salud, la incidencia de factores psicológicos, sociales, culturales y ambientales en el continuum salud-enfermedad hace que la discapacidad no solo tenga que ver con la gravedad y cronicidad de las limitaciones, sino con la imposibilidad de adaptación al medio y la sociedad en que se produce. Así, la dependencia, más que un atributo personal, es una construcción social surgida de las dimensiones psicológica (autopercepción), social (percepción de los demás), médica (diagnóstico clínico), y administrativa (Durán Heras, 2006).

La eclosión del cuidado a la dependencia como uno de los ejes del debate sobre la sostenibilidad del Estado del Bienestar ha amplificado la repercusión de los discursos en torno al envejecimiento, la vejez y las personas mayores. El estigma de la dependencia y la inactividad surgido en un plano estructural ha señalado a los mayores como personas incapaces de hacer elecciones propias, constantemente necesitados de ayuda y que suponen, o supondrán, una carga tanto para las administraciones como para las familias. Sin embargo, la realidad se muestra mucho más compleja. Es ahí donde las reflexiones propuestas por estas nuevas narrativas pueden ayudar a ofrecer una visión más acertada sobre el cuidado y los mayores. Primero, porque reconoce la diversidad, reciprocidad y simultaneidad de roles que estos ejercen. Segundo, porque ese cambio de paradigma hace visible su participación en la vida social. No se trata de obviar el papel de las personas mayores como receptoras de cuidado, ni de negar los retos que esto plantea a nivel estructural, sino más bien de ampliar los debates sobre vejez y cuidados hasta conseguir una visión real de conjunto.

Referencias:

Age UK (2016) Invisible army of oldest carers saving state billions. [En línea] [08-11-2018]- Disponible en: http://www.ageuk.org.uk/latest-news/invisible-army-of-oldest-carers-saving-statebillions/

Carers UK and Age UK. (2015) Caring in later life. The growing pressure on older carers. London: Carers UK.

Durán Heras, M Á. (2006). Dependientes y cuidadores: el desafío de los próximos años”, Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 60, pp. 57-73

Durán Heras, M. A. (2016). El futuro del cuidado: El envejecimiento de la población y sus consecuencias. Pasajes: Revista de Pensamiento Contemporáneo 50, pp. 114-127.

Fernández Ballesteros, R. (2011). Positive Ageing. Objective, subjective, and combined outcomes. Sensoria: A Journal of Mind, Brain & Culture, 7(1), pp. 22-30.

Fernández Carro, C., Gómez-Redondo, R., y Cámara-Izquierdo, N. (2019). The availability of carers for older disabled people in Spain: demographic insights and policy implications. International Journal of Care and Caring, 3(3), 323-337.

Fine, M., y Glendinning, C. (2005). Dependence, independence or inter-dependence? Revisiting the concepts of ‘care’ and ‘dependency’. Ageing and Society, 25(4), pp. 601-621.

Martín Palomo, M. T. (2011). Autonomía, dependencia y vulnerabilidad en la construcción de la ciudadanía. Zerbitzuan: Revista de Servicios Sociales, 48, pp. 57-69

Sundström, G., Jegermalm, M., Abellán, A., Ayala, A., Pérez, J., Pujol, R., y Souto, J. (2018). Men and older persons also care, but how much? Assessing amounts of caregiving in Spain and Sweden. International Journal of Ageing and Later Life, 12(1), pp. 75-90.

Wenger, G. (1990). Elderly Carers: The Need for Appropriate Intervention. Ageing and Society, 10(2), 197-219.

[1] La Red Nomológica del Envejecimiento Positivo engloba las siguientes propuestas teóricas: Activity Theory (Havighurst et al., 1968), Successful Ageing (Baltes y Baltes, 1990; Rowe y Khan 1987), Productive Ageing (Butler y Gleason, 1985; Morrow-Howell, Hinterlong y Sherraden 2001), Active Ageing (OMS, 2002) y Optimal/Healthy Ageing (Comisión Europea, 2007).

Compartir.

Sobre el Autor

Dejar una Respuesta